
Miguel Ángel Zapata
Ediciones Traspiés, 2009
En el género narrativo breve, a la búsqueda extrema de la concisión y el minimalismo fundamental, el microrrelato se muestra como el más difícil todavía.
No son muchos los autores que se ciñen casi exclusivamente a este arte, explorando todas sus posibilidades creativas. Miguel Ángel Zapata es uno de ellos. En su anterior libro, Baúl de prodigios, nos demostró lo aparentemente fácil que es evadirse y hacer llegar al lector a mundos oníricos en pocas líneas. Aparentemente, claro, porque este arte mínimo, requiere la utilización de una innumerable lista de técnicas de escritura específicas, amén de la elección de tonos narrativos adecuados y puntos de vista únicos en cada una de las propuestas.
Aquel Baúl de prodigios reunía alrededor de 150 microrrelatos, divididos en 5 libros-partes, pero que mostraban un amplio abanico de lo que puede entenderse por microcuento. En todos, como hasta ahora ha sido tradición, Miguel Ángel Zapata (en lo sucesivo, MAZ, Señor de los Micros) utilizaba el título como parte de cada una de esas propuestas narrativas; parte importante, definitiva. Pero eso era antes, porque uno de los elementos que sorprenderán al lector al abrir Revelaciones y magias, es que eso ya no es importante.
Este es un ejemplo de la constante experimentación y evolución que hace MAZ de su prosa. Buscador infatigable de los límites, divide su nuevo libro en dos partes completamente diferentes: Magias y Revelaciones.
Magias contiene su propuesta más novedosa de microrrelatos. Con las dos o tres narraciones primeras, ya tiene al lector asombrado por aquel mundo onírico y surrealista en el que situaciones disparatadas y personajes increíbles, se hacen realidad. Pasan por los ojos del lector, a título de ejemplo: muñecas que envejecen, fantasmas que se encuentran con sus fantasmas, hombres diminutos, ciudades habitadas sólo por médicos, un pequeño trozo de nada en medio del salón.
La imaginación de MAZ para dar la vuelta a la realidad de las cosas, es portentosa, inagotable. Pero eso no sería suficiente si no añadiese a muchas de las breves historias una gota de ironía, un bis de cachondeo, una mueca de sonrisa.
Esa mirada diferente de la realidad, continuadora de aquel Baúl de hace dos años, es el tema común de sus narraciones breves.
Pero todo sería nada si el punto de vista elegido fuese otro u otro fuese el tono narrativo. Todo quedaría olvidado si no colocase la lupa en su ojo izquierdo y con las pinzas (léase técnicas literarias, sapiencia) diese vida al reloj.
Y ya lo anticipaba. Un paso más allá, casi definitivo, desafiante. MAZ no titula ni uno sólo de estos micros. Pierde el referente, renuncia al bombazo de la relectura por el lector (normalmente cuando uno acaba de leer un micro que no ha llegado a explotar en la mente, casi por instinto vuelve a leer el título y, en muchas ocasiones, el título activa la mecha que inmediatamente conduce a la explosión). Pues MAZ no quiere segundas oportunidades. Su apuesta, quizá penúltima (nunca se debe decir nunca jamás), es lúdica y extremada, original y satisfactoria.
Para terminar el análisis de esta primera parte del libro, recomiendo leer y marcar aquellos micros que en la lectura nos hayan producido alguna sensación. No serán todos, claro. Pasados unos días (el libro un tiempo en la nevera) volver a releerlos y volver a marcar los micros que nos digan algo. Verán que sorpresa.
¿Y qué se cuenta? Él y Ella. Principalmente Ella, Priscilla, y Él. Dos almas en pena, a la deriva, en una relación de pareja que se hunde. Ese es el tema, pero lo importante, lo sorprendente, la demiurgia de estos textos, es el modo en el que MAZ nos cuenta la trama, la estructura que la soporta.
Ignoro de cuál de los demonios que habitan a MAZ ha surgido esta concepción, pero habrá que tenerle presente en el futuro; porque el futuro, supongo, no acaba aquí.
Por último, no perderse la introducción y el juego con Houdini al inicio de cada parte del libro. Genial ironía la suya.