La enfermedad del lado izquierdo

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El destino no está escrito, ¿o sí? ---------- http://laenfermedaddelladoizquierdo.blogspot.com/

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MI BLOG PERSONAL

viernes, 28 de noviembre de 2008

¡¡¡YA ERA HORA!!!

Juan Marsé gana el Premio Cervantes

Me sumo a las felicitaciones a Juan Marsé por el premio Cervantes. Por fin el “niño malo” tiene lo que se merece desde hace años. Juan Marsé es uno de la triada de mis dinosaurios literarios preferidos (los otros dos: Francisco Ayala y Miguel Delibes).

Los periódicos dicen:

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Juan/Marse/gana/Premio/Cervantes/elpepucul/20081127elpepucul_2/Tes
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/11/27/cultura/1227796893.html
http://www.lavanguardia.es/cultura/noticias/20081127/53588446849/juan-marse-gana-el-premio-cervantes.html
http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/290531/juan/marse/gana/premio/cervantes/por/su/recreacion/la/posguerra.html

jueves, 27 de noviembre de 2008

Yo también puedo escribir una jodida historia de amor, nuevo libro de relatos de Carlos Salem

Carlos Salem presenta nuevo libro. Este hombre es un ser hiperactivo que vuelca la creatividad que desborda. Esta vez son cuentos.

Yo también puedo escribir una jodida historia de amor

VIERNES, 28 NOVIEMBRE
21,30 HORAS
BUKOWSKI CLUB

Aquí está la lista de relatos y sus dedicatorias:

"Son 20 relatos (o 31, según se mire, porque uno está formado por 12 microrrelatos), y cada uno está dedicado a alguien que conozco y respeto.

Yo también puedo escribir una jodida historia de amor(A Óscar Urra)
Triángulo(A Jokin)
Qué extraño, amor(A Gonzalo Torrente Malvido)
Pentágono(A Juan Guinot)
El pedo más bello del mundo(A Edwin)
No quiero acordarme(A Carmen Sandoval)
Memoria para el olvido(A mi mismo, si vivo lo suficiente)
Ventanas(A Ana y Epi)
Un lunar con forma de estrella(A Superloyds)
Cabeza hueca(A Elia Maqueda)
Eclipse(A Arturo Martínez)
Diminutas sabanitas voladoras(A Daniel Herrera)
Pompas de jabón (A Inés Pradilla)
La carta prometida(A Óscar Aguado)
Apuntes para una breve historia del artisteo (el primer enamorado)(A Silvi, Patty u Escandar)Tus cartas me dan la vida(A Juan Pinilla)
El ladrón enamorado (A Leo Oyola)
Tarde de miércoles(A Cris y Mac)
Ligar, en todos los sentidos(A Pablo Mazo, que es un maestro)
Teselas( A Reyes y Naveiras)"


Recupero uno de ellos (Un lunar con forma de estrella) de su blog.
A mí me gustó cuando lo leí.
Ustedes dirán.


Un lunar con forma de estrella

Estoy harto de majaras. Se me pegan sin previo aviso y la naturalidad con que asumo sus delirios me preocupa, a veces. Cuando estoy sobrio. Me preocupa pocas veces.
Entra esa mujer y los clientes contienen el aliento Hay mucha gente hoy porque tocará alguna banda de jazz con muchas ganas pero poco talento. Se sienta a mi lado. Pide un whisky y me dice:
—No pienso follar contigo. Eres un canalla.
Va a empezar. Estoy harto de majaras. De verdad. Pero ha dicho “canalla”. No ha dicho mamón, maldito cabrón, jodido hijo de puta, o definición parecida. Una mujer que dice canalla frunciendo así los labios, tiene algo de reina. Aunque esté loca.
Lleva un vestido rojo y el amarillo de su pelo en un sol de bote pero le sienta muy bien. La tela roja ciñe su cuerpo y no le sobra nada. El escote podría servir de escenario para la actuación de un coro de pueblo, pero dudo que nadie prestara atención a las voces ni a la melodía. Lola me asesina con la mirada pero nunca dirá nada. Nadie es de nadie y yo soy nadie.
—Eso es lo que eres: un canalla. Y ni sueñes en llevarme al servicio de este bar y romperme las bragas y hacérmelo contra los azulejos. Ni lo sueñes—. insiste ella.
—Llevo siglos sin soñar —informo—. Y sin romper bragas.
—No intentes liarme con tus tretas de poeta. He leído tu libro.
—No esperes que te felicite.
Se remueve en el taburete y el movimiento agita su cuerpo. Joder. Necesito otra cerveza.
Busco las cerillas en el bolsillo y las arrojo sobre la barra.
Cuento. Diez. Diez es par. Par es sí. Joder.
—La sexta, Poe —contabiliza Lola mientras me alcanza mi Maohu.
—No te hagas el apático —dice la rubia—. Sé que eres un maldito canalla. Con el cuento del escritor te dedicabas a engañar jovencitas ingenuas para tirártelas.
No discuto. Hace tiempo que sospecho lo mismo, pero entonces era tan idiota que pensaba lo contrario. Hasta que empecé a caer. Aún estoy en ello.
—“Pájaros de amor pegados en los azulejos y en los cuerpos”— declama con tono burlón. A mí también me suena muy cursi—. Menuda chorrada. ¿Te suena el nombre de Daniela? Tenía dieciéis años, hace unos siete..., delgada, cintura estrecha, caderas generosas, un lunar con forma de estrella en la teta izquierda...
Lo del lunar con forma de estrella sí que me suena de algo. Hubo un tiempo en que me interesó la astronomía. Luego dejó de interesarme todo. La mujer abre su bolso, espia el contenido, comprueba que todavía lleva lo que busca y sigue hablando. Por algún motivo el bolso me parece muy pesado para ser tan pequeño.
La banda se prepara y antes del primer acorde se que atacarán con una versión de La chica de Ipanema. Atacar es el verbo adecuado.
—El taller literario. ¿Recuerdas? Daniela era sensible y tierna, llena de ideas y ganas de escribir. Y llevaba tu libro a todas partes. Su poema preferido era el de los azulejos, decía que dentro de la brutalidad de tus descripciones, había mucha dulzura...
Un lunar con forma de estrella en la teta izquierda. Diez cerillas y es un sí. Joder. Estoy harto de los majaras. La rubia se acerca y ya va por el tercer whisky sin soltar el bolso que pesa demasiado. Tiene un cuerpo de pecado y aunque intenta ser vulgar no puede ocultar que tiene clase. Y un pecho impresionante. Dos.
—Daniela hizo de todo para conocerte, y en cuanto supo del taller literario, se apuntó sin dudarlo. Decía que tu decisión de hacer las reuniones en un bar era un rasgo de autenticidad. JA.
No me gusta esto. Ella se acerca más en cada frase y las cerillas han dicho sí y el bolso entreabierto es una fea promesa. Recuerdo un lunar pero no en una teta.
—Daniela hizo lo posible por destacar, por llamar tu atención. Tenía una fotocopia de una foto tuya de una revista, ampliada y pegada sobre su cama.
—No es para tanto. Hay gente que tiene la foto de Michael Jackson.
—No juegues al cínico conmigo, Poe. ¿Así te llaman ahora, verdad? Me costó encontrarte, nadie sabía de tí y no pensé que hubieras caído tan bajo. Pero te encontré. Cuando una tiene una misión, acaba por cumplirla. Mete la mano en el bolso pero se arrepiente. No es el momento.Bebemos un rato en silencio. Varios moscones se acercan a ella pero los espanta con una mirada de desdén.
—Daniela estaba obsesionada por ese poema. Una guarrada más, un listo describiendo cómo se tira a una tía en el baño de un bar. Pero ella se lo sabía de memoria y siempre lo recitaba. Pero tú sólo tenías ojos para esa jodida cría calva… Una noche, la última noche que fue a tu asqueroso taller literario, no lo soportó más y se coló en el baño detrás de ti, se desnudó para ofrecerse, y tú la rechazaste.
Veo un desfile de baños y azulejos, estrellas que brillan en tetas izquierdas, y el humo de unos ojos que no consigo recordar. Eso fue antes de caer el todo, y desde entonces he oído varios cracs y muy pocos clics. Uno puede seguir tirando cuando oye un clic de vez en cuando. Pero cuando todo son cracs, sólo puede dejarse caer.
El local se anima y sólo veo la mano dentro del bolso. Termino mi cerveza. Las cerillas pares te arruinan la vida, porque significan “sí” y contra eso no se puede hacer mucho.
—Vamos —le digo y tomo su mano.
Nos mezclamos entre la gente que sigue el ritmo con la cabeza o con sus vasos. Lola ha quedado atrás. Entramos a los servicios. El Flautista loco mira su flauta extrañado. Sólo consigue tocar cuando se sienta en el váter y entonces sopla maravillas. Pero esta noche la flauta sigue muda. Me mira un momento y sale.
—Daniela...—dice ella.
La empujo sin violencia hacia una de las puertas. Busca con la mano en el bolso pequeño y pesado. La abrazo por detrás pero no se resiste. Le muerdo el cuello y gime. Mis manos caminan por su cuerpo, se meten debajo del vestido rojo, aferran sus caderas como si fueran asas de un ánfora llena de un líquido caliente y volátil. Encuentro las tiras del tanga y al sentir la presión se revuelve contra mí. Tiro hasta romperlas y la tela resbala hacia abajo. Juego con dedos en su sexo y está húmeda. Otra mano recoge el vestido rojo, acaricia su vientre y sube hasta el pecho. También bajo los tirantes y enrollo el vestido en su cintura. No lleva sujetador. No lo necesita.
—Daniela... dice otra vez pero se interrumpe.
Entran un par de clientes a descargar para hacer sitio para más cerveza. Hablan a tropezones pero comentan lo buena que está la rubia de la barra y que no se explican cómo pierde el tiempo con el borracho de Poe. Yo no pierdo el tiempo y buscó en mi pantalón y entro. Los tíos se van y nuestros gemidos rebotan en los azulejos del baño. Ni siquiera era un buen poema, no sé por qué a todas les causa el mismo efecto. La rubia colabora, gobierna con la cara contra los azulejos, ataca y vuelve, parece no advertir que su cabeza golpea contra la pared al volver. Todo es brumoso y ruin, todo es brillante. Sigo hasta estallar y un poco más, mientras ella se sacude. Y cuando salgo, suspira y recupera la decisión. Se vuelve con la mano dentro del bolso y ya no me importa.
—¿Por qué? —pregunta.
—¿Por qué no?
—¿Por qué ahora y no entonces, cuando Daniela...?
—Porque era una chiquilla tierna, porque hasta yo tengo mis principios, y, seguramente, porque estaría muy borracho. Además, el baño de aquél bar donde nos reuníamos, era muy cutre.
Me mira a los ojos y me sorprende que tenga unas ojeras nuevas, de sexo, y ese brillo en los ojos. Se baja el vestido. Antes se subir la parte superior, se exhibe. En la teta izquierda tiene un bonito lunar con forma de estrella.
—Llevo tiempo buscándote —dice mientras mantiene la mano en el bolso—. Tengo algo para ti.
Cierro los ojos. No vale. Quiero verlo venir. Los abro.
Saca un sobre que contiene un tarjetón de color sepia. Es una invitación para la boda de una tal Daniela López con un tal Orlando Sanz. Es un tarjetón caro, como la sala de fiestas donde se celebrará la fiesta.
—He podido olvidarte, canalla. He conocido a un chico bueno y sensible y me caso el sábado.
—Ya.
—¿Irás? —pregunta.
—No lo sé. ¿Habrá buena bebida?
—La mejor y en cantidad. Yo misma me ocupé de elegir el menú y la sala. Además, tiene unos baños impresionantes.
Se arregla el vestido y se marcha, como una reina.
Fumo un cigarrillo sentado en el inodoro.
Estoy harto de los majaras. De verdad.
Salgo al bar y eludo la mirada de Lola.
Busco la puerta de la calle y me siento en la acera.
Necesito mirar las estrellas.
© Carlos Salem

miércoles, 26 de noviembre de 2008

La cuestión de Bruno, de Aleksandar Hemon

(reseña cedida por el escritor y periodista José Ángel Barrueco, publicada en su bitácora personal Escrito en el viento )

La cuestión de Bruno es uno de los mejores libros de relatos que he leído este año. En ellos, el bosnio Aleksandar Hemon nos desvela episodios de su vida: la infancia, la emigración, la guerra de los Balcanes vista en una tele en USA. En Islas utiliza la narración fragmentaria para contar un viaje que hizo de niño a la isla de Mljet.
Fragmentario, pero de párrafos más breves, es el relato Vida y andanzas de Alphonse Kauders, donde un personaje sirve de nexo entre algunos de los protagonistas de las guerras mundiales.
En El acordeón, Hemon hace algo muy original: divide el cuento en dos. En la primera parte, narra los instantes previos al asesinato del archiduque Francisco Fernando (lo cual desencadenó la Primera Guerra Mundial), en los que éste vio al bisabuelo de Hemon, quien acababa de comprarse un acordeón y estaba de paso en Sarajevo. En la segunda, el autor afirma que la historia anterior es fruto de una imaginación irresponsable, y que se basa en anécdotas y capítulos de Historia para recrear aquel asesinato.
Una moneda vuelve a dar un giro narrativo. Hay dos historias: las cartas que una mujer escribe desde Sarajevo, mientras se encarga de montar las imágenes de guerra que luego envían a los telediarios; y las cartas del narrador, metido en un apartamento de Chicago repleto de cucarachas.
La infancia vuelve a aparecer en Imitación a la vida, un relato donde las películas del cine y la televisión dominan esos años iniciales del protagonista.
A. H. es un escritor al que le interesan mucho la historia y los orígenes de sus antepasados, lo que encontramos en Charlas agradables, donde los Hemon deciden convidar a sus parientes lejanos, los Hemun, a una fiesta de música, comida, bebida y baile.
El autor se mudó a los Estados Unidos a principios de los 90. Allí se estableció, aprendiendo a escribir en inglés y a meterse en trabajos esporádicos mientras su tierra caía bajo las bombas. Todo esto aparece en el cuento Blind Jozef Pronek & Dead Souls, aunque es más bien una novela corta donde los olores, los detalles, los objetos, las sensaciones, adquieren un cometido fundamental en el choque entre culturas. Pronek llega a Chicago y todo es nuevo para él. Los norteamericanos que conoce creen que es ruso.
No debemos olvidar uno de los mejores: La red de espionaje de Sorge, donde se nos cuentan dos historias verdaderas de forma paralela. Hemon es, para mí, una sorpresa. Uno de los más exquisitos narradores en lengua inglesa. De este último relato hay más información abajo, en
el artículo de hoy.

(no dejen de pinchar arriba. Artículo publicado en el diario La opinión de Zamora, y comprenderán la grandeza de Hemon)

Por cierto, y sin querer hacer sangre de ello, casualmente Hemon comenzó publicando sus cuentos en periódicos y revistas antes siquiera de pensar en editar un libro.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El espíritu del Buko

La literatura comienza a satisfacer en la lectura. Leemos porque nos gusta leer. Tendemos a leer lo que nos place, lo que sintoniza con algún mecanismo interno que se halla en nuestra alma. Si no nos place, solemos dejar el libro al que se le otorgó una oportunidad, para mejor ocasión. Ya sé, ya sé que hay excepciones, Aznar sin ir más lejos, pero peor para él.


Cuando damos un paso adelante y nos ponemos frente al folio, el cuaderno o la pantalla del ordenador con la intención de pasar al otro lado, se obtiene una nueva satisfacción. Habremos escrito mal o bien, gustará o no gustará, pero hemos escrito algo que leer. Hemos creado, plasmado aquellas historias que invadían nuestra mente, con personajes a los que sacamos del anonimato y les damos vida. Nos gusta meterlos en problemas. No para que se fastidien, no; sino para dejar de estar fastidiados nosotros mismos. Las historias pueden ser de dos tipos: increíbles o increíbles. Luego, después del hechizo que sucede a la lectura, nos damos cuenta de que todas las buenas historias son iguales: increíbles.


Para mí, lector compulsivo y escritor por necesidad mental, la tercera satisfacción se produjo el viernes 21 de noviembre en el Bukowski Club, porque los amigos lectores (en palabras que suscribo de Lorenzo Silva, “un lector es un amigo”) estuvieron dispuestos a subir a un escenario y leer aquello que más les ha gustado de ese libro, mi libro, que reposaba muerto sobre el atril que las piernas de Jennifer sustentan, con la esperanza de revivir en cada uno de los actos, con el deseo interno de que unos ojos se fijen en él y él, recobre la vida. Otra vida, diferente en cada uno de los lectores, pero vida al fin y al cabo. Vida.
Escuchar esas historias que salieron de mi cabeza (o de mis entrañas) con otra voz diferente a cuando me escucho leer mentalmente, con entonaciones que hasta entonces no creía posibles, con la emotividad con la que se leyeron el viernes, me produjo una satisfacción mayor que las dos primeras. La pulsión ejercida por cada uno de los amigos que subieron al pequeño estrado del Buko, me hizo sentirme inmensamente feliz.


Gracias a todos: a los que estuvieron allí, a los que dieron publicidad a la fiesta, a los que no estuvieron pero me mostraron su apoyo.
A todos.
A él, a ese espíritu que genera tan buenas vibraciones en el Bukowski Club, tambien.














Por problemas con este blog, las fotos están colgadas en Bacovicious.

La noche de aquel día:
Una crónica de José Angel Barrueco: http://www.laopiniondezamora.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008112600_12_317227__Opinion-vuelta-Buko

Otra crónica de MAMartín:
http://cuco.getafe.es/?p=373

sábado, 22 de noviembre de 2008

REFLEJOS DE PLATA ESMALTADA

–Tenías que haberla visto. Era como un poema.
Desde luego este mundo no deja de sorprenderme. Encendimos las tobas.
–¿Qué clase de poema? –pregunté sin adivinar su entusiasmo.
–Uno que habla de la belleza y de lo delicado, de ballet de mariposas en pareja, de tormentas de sangre y mares calmados, de porcelana con reflejos de plata esmaltada.
–No te pongas en plan lírico –dije sin poder reprimir una mueca de asco ante tanto empalago– ¿Sabrías siquiera decirme de que color es la plata esmaltada?
–Claro que sí... –miró hacia el cielo y aspiró el humo del cigarro hasta sentirlo explotar en su pecho, tosió con gravedad, cerró los ojos y tras unos segundos continuó–. Es el color que tiene la mirada cuando estamos observando algo y, de repente, se pierde junto con nuestra alma y viaja a miles de años luz de aquí.
Indiscutiblemente se había enamorado. Sin perder sus ojos de vista quise adivinar algo más. Antes de llegar a abrir la boca sentí que me había leído el pensamiento.
–El color de lo apasionantemente indescifrable –añadió antes de desaparecer calle abajo empujando su carro de la compra lleno de desechos del ayer.



Alguna foto de lo de anoche en Bacovicious
Ya sabéis que ahora estoy de viaje. Cuando vuelva os cuento.
¡¡¡¡¡GRACIAS A TODOS!!!!!

viernes, 21 de noviembre de 2008

El laberinto en el Bukowski

Lista de lecturas de
El laberinto de Noé
en el Bukowski club
VIERNES 21 DE NOVIEMBRE

(Pedazo cartel del señor GSÚS BONILLA)
· Introducción (Libro de Manuel, Cortázar), por Carlos Salem
· Café arábigo (fragmento Pag. 28 “intentaba recordar, si, algo activaba esa frase en mi cerebro”), por Pedro Basurto
· Pinball, por Luisa Fernández
· Roxy, por Antonio Sáez (Foro)
· La Sirena, por María Jesús Silva
· La voz, por Ceferino Otálora
· Por primera vez, por Gsús Bonilla
· VARIOS (lecturas espontáneas, atrevidas, sinceras, lo suficientemente birradas para no desentonar): Raúl, Inés, Salvador, Javier Das, y demás buena gente.
· Galaxia (fragmento pag 136-7), por José Ángel Barrueco (Jab)
· Galaxia (fragmento), por Miguel Ángel Martín
· Noé (fragmentos), por Diego Ruiz
· El Maestro(fragmento), por Esteban Gutiérrez





















¡AFORO ILIMITADO!


jueves, 20 de noviembre de 2008

Avisos de derrota, nuevo libro de cuentos de Óscar Sipán

Salió ayer. Esta calentito, recién sacado de la imprenta. Destila tinta brumosa, y tengo el placer de colgar en primicia uno de sus relatos.

En unas semanas habrá reseña personal y entrevista.




AVISOS DE DERROTA

“Llevábamos más de una década juntos. Entre los dos habíamos derrocado la figura de un padre enfermo de soriasis y de locura, habíamos superado los desórdenes de la adolescencia, el vértigo a vivir, el pánico a casi todo, habíamos enterrado seres queridos y trabajos absurdos, habíamos perdido el norte y la virginidad. Y ahora nos encontrábamos al final de algo, escudándonos en las malas rachas y en el estrés, achicando agua de un barco que se hundía por varios frentes. Le teníamos miedo a la soledad y le teníamos miedo a la vida en otros brazos, compañeros de piso portadores de esa apatía doliente de los que no viven ni dejan vivir, dummies esperando el próximo muro contra el que estrellarse, hormigas extrañas guardando provisiones de odio para el invierno”.


Óscar Sipán (Huesca, 1974) ha publicado cuentos en diversas revistas de ámbito nacional e internacional y ha sido galardonado en numerosos certámenes literarios. Autor de los libros Rompiendo corazones con los dientes (Premio de Narrativa Odaluna 1998, Edisena), Pólvora Mojada (XVII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal 2003, Diputación de Zaragoza), Leyendario. Monstruos de agua (2004, March Editor), Escupir sobre París (2005, March Editor), Tornaviajes (2006, Tropo Editores), Guía de hoteles inventados (IX Premio de Libro Ilustrado 2007, Diputación de Badajoz) y Leyendario. Criaturas de agua (Libro mejor editado en Aragón 2007, Tropo Editores).

“Un escritor concienzudo, meticuloso incluso, a quien le gusta escoger con mimo cada adjetivo, cada giro estilístico, y que como alguno de los personajes de sus cuentos se descubre como un narrador altamente exigente y riguroso consigo mismo, al mismo tiempo que como un enamorado de la palabra”.
CARLOS MANZANO, Revista Narrativas.

“El oficio, la madurez que demuestra en sus libros, su facilidad para la creación de mundos, la adecuación del tono y el estilo narrativo a cada relato que nos propone, su contagiosa pasión por el lenguaje y esa facultad innata para descubrir las historias allá donde se escondan hacen de él un valor actual y evidente”.
CARLOS CASTÁN, Turia

"Su palabra viene a arrancarnos de este sin sentido, este vivir sin ilusiones, sin lucha ni rebeldía, tan solo estar sentados, confundidos entre el estruendoso silencio de la nada".




“El método Sipán es diáfano y honesto, y el autor construye sus relatos basándose en tres constantes que domina muy bien: la creación de personajes, la detallista dosificación de pinceladas de estilo, y la fascinación por la propia literatura”.

MIGUEL ÁNGEL ORDOVÁS, El Periódico de Aragón



"Para mí, Avisos de derrota es el Mar de los Sargazos, el mar de las despedidas".

IDA FERRERO.


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CUARENTA DÍAS DE NIEBLA

“¿Puede uno recordar el amor? Es como tratar
de evocar el aroma de las rosas en un sótano.
Puedes ver la rosa, pero nunca el perfume”

ARTHUR MILLER

A Nanín, que me habló de la niebla.

Contestando a su pregunta, no es posible predecir la sequía o el granizo, pero sí las enfermedades de las vides. Y para ello el viticultor se sirve de la planta del rosal, más sensible a las plagas, que las detecta en primer lugar, otorgándole un valioso tiempo de respuesta, nos explica nuestra guía, Mónica, amazona treintañera de pezones tubulares que se erizan al entrar en contacto con su camisa bordada. Un niño vuela una cometa en un campo próximo. El sol calienta la tierra roja y Mónica, desplegando su encanto y sus dotes para la venta, nos invita a entrar en la bodega, un moderno edificio de hierro y cristal. Me reconozco en ella: los dos somos supervivientes del mercado de trabajo. Los dos hemos paladeado ya el miedo y ese regusto a mentira y vinagre, los primeros yacimientos de melancolía que descubres al cumplir años. La imagino enloquecida por el atronador tic tac de su reloj biológico, ensayando posturas ante un espejo de cuerpo entero, llevando una vida espartana de cremas, tablas de gimnasia y yogures sin azúcar, agarrándose a los números para sentirse humana, útil, necesaria: si Dios no existe, por lo menos que funcione el comercio.

Para escapar de nosotros, de la siniestra tranquilidad de las ciudades dormitorio y de los cuarenta días de niebla, hemos decidido visitar esta bodega. En realidad, Yolanda, mi mujer, trabaja en un pequeño estudio de diseño gráfico y ahora, con la crisis económica, intenta retenerlos desesperadamente en su cartera de clientes. Llevamos casados siete años. De un tiempo a esta parte engaño a mi mujer sistemáticamente, en cuanto se presenta una oportunidad. Supongo que me duele verle el odio, algo que debería llevarse en secreto, como las quemaduras. Cada vez que busco una corbata acaricio su traje de novia, envuelto entre plásticos, dormido en la penumbra del armario. Ignoro por qué seguimos juntos. Mis padres se divorciaron cuando yo cumplí los dieciocho. Mi padre nunca llegó a superarlo: en sus últimos años, parecía uno de esos hombres condenados a seguir la estela de tristeza que dejan algunas mujeres, como trasatlánticos arrastrando al hundirse a los pasajeros.

Como todos los sábados, nos hemos despertado con los gemidos de la vecina, multiorgásmica y dependienta de perfumería, fontanero pelirrojo él, amantes esforzados y ruidosos que en lugar de excitarnos nos han dejado a las puertas de una pelea. He salido a buscar el periódico y se me ha encogido el corazón: como en los treinta y nueve días anteriores, allí seguía la niebla. Al poco tiempo, dos testigos de Jehová han llamado al timbre. Les he abierto con la sudadera de los Ramones que uso de pijama y les he invitado a pasar. No han querido aceptar una taza de café recién hecho. Quizá en los estimulantes duerma el demonio. Estaban muy pálidos y parecían serios y disciplinados, con un pie en la locura y otro en la civilización. Se han sentado en el borde de la silla, sin apenas apoyar la espalda, y me han regalado dos revistas -¡Despertad! y La atalaya- con una pregunta en la portada: ¿Cómo hallar verdadera paz interior? Al acompañarlos a la puerta, al infierno blanco de la niebla, les he confesado mi escepticismo frente a las religiones. Su Jehová es sólo invento para que la gente no se arroje por la ventana. Las oraciones se evaporan antes de llegar a ningún cielo. Estamos solos.

La visita guiada dura cuarenta minutos e incluye una copa de vino y un regalo para cada pareja, lo que no está mal por tres euros. Mónica explica el proceso de embotellamiento y mira inconscientemente el reloj, como una ciega joven que aún no controla los ojos. Suena mi móvil y me separo unos metros del grupo, ante la mirada tensa de mi mujer. Me llama Claudia, de la oficina. No encuentra el expediente de los Pardo. Trabajo en una agencia inmobiliaria: me gano la vida buscándole ventajas a casas que no las tienen. Me gustan los edificios antiguos; los nuevos están neutros, limpios, vacíos; nadie ha nacido ni muerto en ellos. Los prefiero cargados de pasado, con huellas de niños en las paredes, baldosas que se mueven y manchas de tabaco. Percibo la energía de las casas: las que sanan y las furiosas, las que guardan secretos y las que no conocieron la felicidad. Y observo con escepticismo la ilusión de las parejas al firmar el contrato. Todavía no conocen la argamasa de la costumbre y la teoría de la eterna insatisfacción, lo hermoso y triste que es descubrir que somos compatibles con más personas: el matrimonio es una jaula mal diseñada y la libertad una cama combada de pensión y sexo sin preguntas con una divorciada que bebe Red Bull con ginebra y no sabe tu nombre. Le indico a Claudia la carpeta correspondiente.

A Mónica le vibran la lengua y los pechos al pronunciar una determinada variedad de uva alemana: Gewürztraminer. Desde niño me fascinan los pechos, como las luces de una feria a un heroinómano. Sirviéndose de una barrica cuya tapa es transparente, Mónica nos habla de la acidez y de la tonicidad. De la maceración y de las sensaciones. Del milagro de la fermentación y de cómo duerme el vino. Escuchándola, me doy cuenta de que cada año que pasa dota a la pareja de un grado de acidez similar al de los vinos. Envejecemos, cambiamos y nos volvemos ácidos. En realidad este caldo que Mónica agita con la varilla somos todos nosotros: un vino incomunicado y turbio que sólo busca que lo traten bien.

En una habitación circular, sin ventanas, nuestra guía nos propone una actividad con unas urnas de metracrilato. El juego consiste en adivinar a qué huelen los recipientes y comprobar nuestras respuestas en un panel. Reconocemos fácilmente la fresa, la vainilla y la avellana, pero no el almizcle ni el sándalo. El clavo huele a la anestesia de los dentistas. Le pregunto por el servicio. Mónica me orienta con su voz cálida y con esas manos que imagino apagando un cigarrillo en un café antes de enfrentarse con el mundo. Es guapa, demasiado guapa: la belleza invita a la desconfianza. Camino por unos pasillos pulidos e impecables, donde se podría engendrar a un santo, y alcanzo el baño que nadie ha utilizado hoy. Mirando la puerta, inmaculada y brillante, siento esa irresistible atracción de dibujar esvásticas en los retretes. Al salir, me cruzo con una mujer con la tez curtida por el sol y un pañuelo añil en la cabeza, pegotes de barro en los antebrazos y una cicatriz en la mejilla izquierda. Nos saludamos brevemente y atraviesa una puerta hacia la luz del día. El mundo es ancho y áspero como los tobillos de esta campesina rumana.

En la tienda, poco antes de despedirse, Mónica nos da la mano, uno por uno, clavando sus ojos celestes de Husky siberiano, nos regala un sacacorchos y un descapsulador con el anagrama de la bodega y nos invita a tomar una copa color orina, que bautiza como bendición blanca. Pero antes nos explica los orígenes del brindis, de cómo los anfitriones griegos levantaban la copa, se la mostraban a los invitados y libaban en primer lugar; era su forma de asegurarles que el vino no estaba envenenado. Tomo un sorbo y lo paladeo antes de tragar. No tiene un gran bouquet, es un vino incómodo que no consigo instalar ni en el placer ni en el asco. Aún así termino comprando una caja.

La carretera ejerce de cremallera entre viñedos. De camino a casa no hablamos. Por algo las canciones de la radio contienen tan pocas palabras. Nos acomodamos a todo: el oído se acostumbra a escuchar música mediocre, el cerebro a las conversaciones ligeras, el corazón a administrar el mal amor. Protegemos los sentimientos como fruta de invernadero: en cámaras frigoríficas para que no se estropeen. Pero, de repente, un tonto estribillo pop, un caramelo envuelto en una melodía, nos conmueve más que toda la ternura del mundo. Me limpio una lágrima con disimulo y apago la radio.

En el preciso instante de abandonar el sol y la tierra roja y de cruzar a la niebla, al desamparo, un pájaro se estrella contra el cristal dejando un rastro de sangre y plumas.

--Le has matado. Como a mí.

Detengo el coche en el arcén. Siento furia, mareo y debilidad.

--¿Se puede saber qué te pasa?
--Estoy embarazada, dice con un cariño forzado, teatral, que calienta como un sol de invierno.

Me llevo un cigarrillo a los labios, las manos en el volante intentando asimilar sus palabras.

--¿Quieres tenerlo?
--Sí, contesta con la mirada nublada de biberones y polvos de talco.
--¿Estás segura?

Se queda muy seria, saturada de presente, con esa tendencia suya a recordar.

--¿Qué nombres te gustan?
--No sé, contesto sin vencer el vértigo. Mateo…Lucas, quizás.
--¿Y si es chica?
--Luisa, Marta, Claudia…
--¡Como la puta de tu secretaria!
--No empieces otra vez, aquello terminó hace mucho tiempo.

La lluvia de reproches nos deja a las puertas de la unifamiliar, donde un rosal plantado como una tumba en mitad de la niebla, se marchita enfermo de nosotros.

Oscar Sipán. “Cuarenta días de niebla” forma parte de AVISOS DE DERROTA (Onagro Ediciones, 2008).

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Delicioso helado de tutifruti

Una reseña de Luis Borrás para Aragón Literario


Acabé de leer "Abierto para fantoches" y me chupé los dedos. Me gustó tanto que volví a empezar. Como un niño pide repetir el postre. Una bola de cada. Una con sabor a traición, otra invisible, otra de dulce venganza, otra de sed de justicia, otra de soledad y una última con todos los colores de la cola de un pavo real. Y por encima delicioso coco rayado.
Repetí. Lo leí dos veces, sin cansarme, igual que podemos admirar eternamente la belleza. Salí y volví a entrar, como el asesino vuelve al lugar del crimen. Lo bebí con ansia, como apuran la copa los sedientos.
Repetí. Volví a leerlo porque tengo conciencia de incrédulo y espíritu de náufrago. Lo volví a leer para creérmelo, para besar la arena de su orilla. Lo volví a leer para que sus palabras hagan más cálido este maldito invierno. Lo disfruté despacio, como se fuman el último cigarrillo los condenados.
Repetí. Repase mis notas y las emociones sentidas. Lo hice mío, como buscan el calor los huérfanos y el sol de enero los perros callejeros.
Sentí mi casa más pequeña y mi vida hecha de noches en blanco, acosado por el calor que trepa por las ventanas abiertas. Coloqué el paisaje idílico de una playa desierta en la mirilla de la puerta y recé a la buena suerte. Sentí alivio cuando mi mujer me dijo que con la extra de julio nos daría para poner aire acondicionado en casa, y cuando supe que mis vecinos no tenían intención de vender su piso. Patricia me ha enseñado que nuestra vida es corriente e incompleta y que nuestra felicidad está realquilada en la oficina de objetos perdidos. Los seres afortunados y perfectos viven en otros barrios, compran en otras tiendas y sus coches parecen de charol, los vemos en las revistas y en la televisión pensando que son pura fantasía. Pero si uno de ellos aparece en el piso de al lado, no lo dudes, cámbiate de casa, porque te arruinará la vida.
Sentí terror imaginando a una hermosa niña como un ángel pálido, de enormes ojos azules y carita inocente, ahogando a un perro en la piscina de casa. Sentí el mismo dolor desesperado de sus padres al no poder explicarme con la lógica sus juegos, cuchicheos y risas, con alguien que no estaba vivo. Sentí terror al ver a una niña tumbada en la cama, quieta como una muñeca, con las manos cruzadas sobre el pecho y los zapatos nuevos con la suela sin un arañazo. Patricia me ha enseñado que es preferible el juego a la locura, que es preferible ver fantasmas burlones que aceptar la nada y el vacío de la muerte, pero no por eso dejé de sentir un escalofrío auténtico.


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martes, 18 de noviembre de 2008

La biblioteca imaginaria

Un blog-revista más que interesante ubicado en Granada.
Esta semana dedica sus contenidos al relato breve.
Enhorabuena, Cris y Raúl, y a seguir con el proyecto.




LA BIBLIOTECA IMAGINARIA
Novedades a fecha 17/11/2008

Y seguimos con novedades en este mes de noviembre. Esta semana dedicamos la actualización de LA BIBLIOTECA IMAGINARIA al relato breve. No te pierdas:

- CARA A CARA CON ESPIDO FREIRE, la autora vasca es la primera (pero no la última) en concedernos una entrevista.
- El trabajo os hará libres, de Espido Freire, reseña escrita por Cristina Monteoliva.
- Los últimos percances, de Poli G. Navarro, reseña escrita por Raúl Rubio Millares.
- Helarte de amar, de Fernando Iwasaki, reseña escrita por Raúl Rubio Millares.
- La Cocina Caníbal, de Roland Topor, reseña escrita por Cristina Monteoliva.

www.labibliotecaimaginaria.es

viernes, 14 de noviembre de 2008

Un relato policíaco, de Imre Kertész

No deja de asombrarme la lectura de estos escritores del este (todos o casi todos publicados en Acantilado). A Imre Kertész no lo conocía –ya saben que reconozco lo poco que sé– y sin embargo fue premio Nobel de Literatura en el año 2002. Su vida demuestra el coraje y el espíritu de lucha que poseen ciertas personas. Baste decir que nació en 1929 en Budapest, que en 1944 fue deportado a Auschwitz (sí, con quince años) y que su mundo desde entonces fue la Literatura (con mayúscula, David). El reconocimiento no empezó a llegar hasta mediados de los noventa y aún es un desconocido.
El relato del que hablo es prueba de ello. Como todo autor del este de Europa, presentó su escrito a las editoriales oficiales húngaras para su publicación, pero ¿cómo presentar un libro que denuncia las dictaduras y el acceso al poder por medios ilegales ante las editoriales oficiales (tan sólo había dos) de un estado en el que por entonces (1975) reinaba una de las más fieras dictaduras? La voluntad de denuncia llevó al autor a reelaborar su obra, a situarla en otras latitudes y a cambiar nombres que fácilmente podrían confundirse con los de personas reales.
Aquí la ficción nos obliga a mirar hacia otro lado si no queremos ser concientes de que dentro de las personas caben todas las maldades. Todas, incluso aquellas inimaginables para seres autodenominados “humanos”. La barbaridad otra vez.
La valentía de Imre Kertész, trajo consigo muchos problemas. Sin embargo, el principal de ellos, el que más le preocupaba según palabras del autor, no era su propia seguridad o el seguimiento constante al que era sometido. Lo que más preocupaba al autor fue convertir en ficción la realidad sobre la que escribía, que era, ya lo imaginarán, la que estaba viviendo.


Pero, ¿saben ustedes lo mejor? Por azares de eso que llaman destino, ando ahora leyendo los extraordinarios cuentos de Haroldo Conti, un escritor que fue “desaparecido” por la dictadura argentina en 1976.

Mierda de vida.

sinopsis

Un miembro de la policía secreta de un país latinoamericano sin precisar relata, poco antes de ser ejecutado, su experiencia en el Cuerpo. Vuelven a surgir de este modo las preguntas que Imre Kertész siempre nos formula: ¿Cómo se implica el ser humano en la maquinaria de una dictadura? ¿Cómo llega a participar en ella? En este caso, Kertész lo narra desde la perspectiva no de la víctima, sino del verdugo. Con extrema economía, con frialdad, explica la caída de un hombre en la indiferencia moral y en el empobrecimiento definitivo del alma y da así con una de las claves para entender nuestra época.
Un relato policíaco
Traducción de Adan Kovacsics
Narrativa del Acantilado

Aquí un expléndido trabajo: "Imre Kertész: la degradación de la víctima"

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Vías paralelas



“Su vida y la de su mujer eran paralelas.
Nunca se encontrarían”
Miguel Torga “Otoño”




Vías paralelas

Después de cenar, veían juntos la televisión. Apenas hablaban y si lo hacían, nadie deduciría de ello una conversación. Después se acostaban, se deseaban buenas noches con un beso y dormían. Hasta la tarde siguiente, ya al anochecer, no volverían a verse. Se diría que todos aquellos años otorgaban la conformidad a su matrimonio, pero en realidad siempre había sido así. Sus vidas eran dos raíles de tren, vías paralelas. Nunca llegarán a encontrarse.

texto: Esteban Gutiérrez Gómez

lunes, 10 de noviembre de 2008

Presentación de "El trabajo os hará libres", de Espido Freire

Martes, 11 de noviembre de 2008
19:30 horas
Círculo de Bellas Artes
Sala Maria Zambrano
Madrid

Presentación de El trabajo os hará libres. Cuentos

Con estos cuentos, Espido, una de las jóvenes escritoras de más éxito en España, inicia una etapa de colaboración con Páginas de Espuma.
Espido Freire nos propone en sus catorce cuentos un viaje en el que asistiremos al trabajo y la voluntad que en un momento dado todos ponemos en nuestro día a día. Son historias que ahondan en la naturaleza de nuestro esfuerzo por vivir y en la libertad que poseemos para elegir qué decisiones tomar y llevar a cabo en nuestra existencia. Sus personajes transitan hacia la incertidumbre, provocan su destino, observan la existencia que les rodea, esperan lo soñado. Un bellísimo libro sobre el amor, el más sublime y el más deseable, sobre la atracción y el engaño que ejercemos en los demás, sobre la memoria y la relación que nos suscita el paso del tiempo en nuestro universo inmediato. Páginas sobrecogedoras, entrañables, terribles, tiernas. Una lectura que nos hará más sabios y, por tanto, más libres.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Al otro lado del espejo, nueva Revista literaria dedicada al cuento


Presentamos una nueva revista literaria dedicada al mundo de la narracción breve.
Nació ayer y está por desarrollarse.
Cada cuatrimestre a partir de enero de 2009, saldrá en formato papel.
Os mantendremos informados.
Por presura, no puse que la aparición de esta revista fue un chispazo de Gsús Bonilla. Leyó el manifiesto y el mismo día decidió crear una revista digital y en papel sólo dedicada al cuento. Al día siguiente ya estábamos en marcha. Quiero decir que fue dicho y hecho y fue, además, la prueba de que no se dice cómo swe hacen las cosas, sino que se hacen.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La sección - Adám Bodor



En mi repaso a los escritores del este de Europa que mi amigo Bernabé tuvo a bien recomendarme, me he encontrado con este relato breve del húngaro Adám Bodor que es una maravilla de cuento.

Pensaba escribir mi reseña, pero he encontrado ésta, de la misteriosa Señora Castro, tan completa y acertada que me ahorro palabras innecesarias.

En todo caso, un relato tremendo, efectivo, donde el autor sabe guardar el secreto hasta la última palabra. Social y fantástico a la vez. Telúrico.

Es, sin duda, una lectura obligada

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El sofá rojo, un nuevo blog dedicado al mundo del cuento

Pues lo dicho, una nueva Revista literaria dedica al relato y al microrrelato.
He tenido el honor de inaugurarla con un relato inédito. Os dejo una líneas del mismo y enlazó con la página de la Revista El Sofá Rojo para que podáis leer el resto.


Aquel lapicero de Cinzano
Las noches son interminables y ya no se revuelve en la cama como antes. Está quieta, boca arriba, con los párpados apretados a la espera de que los cubra de oro la luz. No quiere dormir. Prefiere pensar, ocupar la mente con el zumbido de las moscas en la cocina, con los ladridos lejanos en el páramo, contando los descorches del yeso de la fachada que caen al suelo –frutos vencidos por la helada–, como la muda vieja de las serpientes. Pero el sueño vuelve y, otra vez, la ve correr por el sendero del río, camino de casa. Entonces, despliega las pestañas como para despertarse, pero la luz no ha llegado. No es que no quiera soñarlo, es que sabe que nunca podrá dar una explicación. Ella lo sabe. Está resignada desde hace mucho. Ella sí, pero la otra, la niña que la habita mientras duerme, no. [....]
Sigue leyendo aquí


Bueno, Delia Olmos y Juan Javier Murillo, mucho éxito con esta aventura.
Todo por el cuento.

martes, 4 de noviembre de 2008

MANIFIESTO POR EL CUENTO

MANIFIESTO POR EL CUENTO
(carta abierta a todas las publicaciones periódicas)

¿Qué motivó que el cuento como nuevo género literario hubiese tenido dos espectaculares apariciones, primero en el siglo XIX y, después, en el XX?
Curiosamente la respuesta es la misma: su publicación en revistas y diarios.
Los cuentos modernos, nacen primero en los periódicos y luego se convierten en libros que los recopilan.
Poe, Chejov, London escribían sus cuentos para periódicos. Carver, Cheever, Fante, Bukowski, y toda la generación del realismo sucio americano de mediados del siglo XX, adelantaban sus publicaciones con cuentos en periódicos. La nueva generación americana del desarraigo publica en fanzines y diarios locales, algunos incluso nacionales con gran tirada, antes siquiera de presentar su primer libro de cuentos.
En la América de habla castellana, el cuento está siempre presente en ellos.
¿Qué coño ocurre en España con el cuento?
¿Ningún periódico es capaz de liberar una columna para acoger un cuento moderno?
Se trata de dar oportunidades a gente desconocida, pero fielmente cuentistas, no de ofrecer una columna a escritores consagrados que publican como cuento el recorte de un amago de novela.
El cuento es un género narrativo mayor, quizá el más complejo en su elaboración a pesar de su aparente sencillez, que requiere una excelente técnica de relojero para lograr que en el lector surja el efecto deseado.
El cuento es corto por definición, y muy intenso. El buen cuento marca un antes y un después en la mente del lector que ha sentido como un terremoto bajo sus pies.
El cuento explota en la cabeza, anida en el alma y enseña a ver la vida desde otra perspectiva.
El cuento aguanta sin respirar tres estaciones de cercanías y varias de metro. El lector viaja, sí, pero no en el vagón.
El cuento es el género literario más acorde con el actual mundo, presuroso y alocado. Y lo es por dos motivos. Primero, por su minimalismo intrínseco. Y, segundo, porque en su interior guarda una bomba intelectual.
Demos una oportunidad al cuento.
Cada año más cuentistas se suman al movimiento. Mucho tienen que ver en ello las escuelas de creación literaria y los talleres que se han multiplicado por cien en los últimos tiempos.
El cuento como paso de la nada a la novela ya no es un simple ejercicio de preparación. Muchos de los cuentistas modernos son conscientes de que han encontrado en el relato corto su distancia.
El cuento, el buen cuento, es un reto.
Los cuentistas son a su vez devoradores de cuentos; fagocitan y degluten relatos con la esperanza de descubrir una nueva forma de tallar ese “diamante” en bruto que es la idea previa a la composición.
Demos una oportunidad al cuento.

Esteban Gutiérrez Gómez.
Cuentista.

En la caseta de Drakul, Semana NEGRA de GETAFE

Firmas en GETAFE NEGRO.
Gracias a javier, de Drakul.





lunes, 3 de noviembre de 2008

Muelas y señales, de José Ángel Barrueco

Sigo a vueltas con la antología HANK OVER (RESACA) dedicada a Charles Bukowski por los hijos de Satanás. Como dice Pepo Paz, "la cabra tira al monte", y alguno de los cuentos que se incluyen en esta antología, aún resuenan en mi cabeza.

Eso ocurre con Muelas y señales, de José Ángel Barrueco. Es un cuento plenamente inserto en la tradición del realismo sucio español (heredera de aquellos cuentos de Carver, Cheever, Fante y el mismísimo Charles Bukowski). Es, además, una narración que parte de un hecho real: el autor fue el protagonista principal del cuento.

El cuento llega al lector. Sudas, sudas, como ellos. Penas, como ellos. Te jodes, como ellos. Y te beberías las cervezas bien frías, como ellos. Eso significa que transmite, que las descripciones están conseguidas y que los personajes son no sólo creíbles, sino verdaderos.

Que el protagonista sea, además, escritor (como Jab), y recurra a este tipo de curro para sobrevivir, dice muy a las claras cómo están las cosas en la realidad literaria de los "sin nombre". Pero como dijo una vez David González: “nadie dijo que esto fuera fácil”.

Otra cosa: dice el axioma “Si algo puede ir mal, irá mal. Si puede ir a peor (peor que mal), irá a peor”. Todo ello se verifica en este relato de JAB. A pesar de ello, como descubriréis si el fragmento que podéis leer a continuación es lo suficientemente atractivo como para ir a la librería y haceros con un ejemplar por 12 euros (de risa), “la cabra tira al monte”, y nada le impide a ese personaje-escritor ponerse delante de un papel en blanco a volcar historias que rondan su cabeza.
Así somos los cuentistas.

José Angel Barrueco
Muelas y señales (fragmento)

Hete aquí viviendo como un gusano
día tras día, genio del hambre,
fiel a una vocación sagrada.
John Fante

Maldigo a quienes creen que ser bohemio y maldito es agradable y encantador.
Me llamo Martín de Acero y soy escritor. Algunas personas, en esta ciudad, se empeñan en ofenderme despojando mi identidad de ese sustantivo, pero siempre dije que si uno pasa la mañana escribiendo cuentos, o fragmentos de novelas, o ensayos, o lo que sea, bueno, el caso es que no es barrendero, ni notario, ni empleado de oficina. Es, simplemente, un tipo que escribe, que se dedica a escribir. No hay vuelta de hoja.
Tengo veintinueve años y en breve voy a cumplir los treinta y sé que quizá estas páginas no vean nunca la luz. No me importa. Llevo los zapatos gastados y rotos y los dobladillos del pantalón hechos trizas. Mis camisas, a menudo, conservan los lamparones del día anterior. Suelo ir por la calle sin afeitar, con barba de una semana, y en invierno me pongo un abrigo largo, uno de esos que llaman tres cuartos, que me otorga el aspecto de bohemio cuya etiqueta se empeñan en adjudicarme. Mi estampa no es elegante y nunca me he puesto traje y corbata, pero siempre salgo a la calle con el cabello limpio. En las cafeterías a las que acudo pido café o un zumo que me revitalice el organismo, y los sábados procuro emborracharme, así que, en teoría, para los habitantes de esta ciudad estoy empezando a tomar una inusual fama.
Aún vivo con mi familia. Pertenecíamos a la clase media. Pero eso era antes. Ahora me temo que somos de la clase baja. A veces nos cuesta llegar a fin de mes sin que nos corten el agua caliente o sin que la compañía de la luz nos deje a oscuras.
Quizá sea mi aspecto, pero algunas personas me consideran un escritor maldito y un bohemio en regla. Para ser un maldito nadie tendría que haberme publicado, y algunas de mis obras circulan por ahí. Y, si doy pinta de bohemio, tal vez sea por mi bajo nivel de vida.
Escribir es un trabajo. La gente piensa que es una aventura romántica. Nada de eso. Procuro madrugar, me siento ante el ordenador y las horas transcurren. Es un ordenador viejo que va a trompicones y tiene las teclas desgastadas. Cuando la mañana termina, suele dolerme el culo y en la espalda tengo molestias.
Un escritor vende poco, salvo si es uno de esos tipos célebres que arrasan en las librerías y cuyos libros todo el mundo regala por Navidad. Los críticos y los esnobs acostumbran a machacar sus novelas y su reputación, pero no veo nada de perjudicial en enriquecerse escribiendo. Si un doctor se enriquece sanando enfermos, ¿querrá eso decir que es un mal médico?
Hace unas semanas pasé unos momentos malos. Muy malos. Debía algún dinero y, a menudo, me encontraba a esa gente con la que había contraído deudas.
-¿Cuándo demonios vas a pagarme?
-Pronto, muy pronto.
-¿Vas a ganar algún premio gordo?
-Sí, Alfredo, voy a ganar un premio gordo y luego te pagaré.
-Más vale que sea cierto.
Por supuesto, era mentira. No es barato enviar relatos y novelas a los concursos. Cuesta dinero. Dinero para el cartucho de tinta, dinero para hacer copias en la copistería, dinero para los sobres y los sellos y también para los envíos certificados.
En aquellos días de los que hablo no llevaba mis cuentas muy mal. Con mis ahorros podía permitirme salir los fines de semana, invitar a una chica de vez en cuando a cenar y comprar folios y cartuchos de tinta. Entonces me cogí un catarro (a pesar de que era verano) y empezaron a dolerme las muelas. [....]

ficha técnica
editorial: CABALLO DE TROYA
lugar de edición: MADRID
año de edición: 2008
formato: OTROS
páginas: 304
ISBN: 978-84-96594-21-0

sábado, 1 de noviembre de 2008

Medardo Fraile

Ayer lo conocí, en la presentación de Nosotros, todos nosotros del escritor turolense Victor García Antón (y del que escribiré un post sin duda, después de leer el primer relato de ese libro, y releerlo y releerlo, por el sólo hecho de disfrutar de su lectura. No adelanto más.)Nos estrechamos la mano y miré de cerca sus ojos claros y sinceros.
Un honor. Sabía o había oído hablar (no sé si bien o mal) de El laberinto de Noé. Más honor.

Medardo Fraile, el Maestro, me comentó lo gratificante que es escribir un buen cuento, lo dificultoso de este arte que exige precisión de relojero y lo poco valorado que está. Sonreí. Lo tengo asumido y, aun así, me declaro cuentista.


MEDARDO FRAILE (UNA ENTREVISTA)
Nombre indispensable de la narrativa española, y maestro del cuento, Medardo Fraile lleva años alejado físicamente de España, aunque su obra no ha dejado de estar presente. En estos días sale a la calle una edición de sus cuentos completos, Escritura y verdad (editorial Páginas de Espuma), con un denso y esclarecedor prólogo de Angel Zapata, acerca del cual el escritor no escatima elogios.

En la narrativa española, Medardo Fraile es un caso curioso. En cierto modo, se puede parecer a ese tópico del escritor de culto, es decir, alguien, tan idolatrado por minorías de entendidos como desconocido del gran público. Quizá haya algo de eso, pero no sería un término adecuado para este autor al que nada menos que Augusto Monterroso considera el gran cuentista español. Su caso es, más bien, el de alguien cuyo nombre se pronuncia con auténtico respeto por mucha gente del mundo literario (críticos, editores, escritores, lectores), y cuya obra está bien recogida en las ediciones más prestigiosas, pero que, tal vez, no tiene la repercusión pública que merece. Lo primero no requiere de mayor explicación que la calidad intrínseca de la obra de Medardo Fraile. En cuanto a lo segundo, caben dos explicaciones que no son excluyentes: la pertenencia de Medardo Fraile a una generación hoy muy mermada y algo olvidada, y el alejamiento físico del escritor durante muchos años.

¿Cree que ese alejamiento le ha perjudicado?

Para mi vida, me ha venido bien, porque en Gran Bretaña me casé, llegué a catedrático, pero para la profesión ha sido fatal, porque la presencia aquí es necesaria. Es verdad lo de que el ojo del amo engorda el caballo. Ya estoy jubilado y vengo dos o tres veces al año. Creo que mi nombre vuelve a estar funcionando, porque se estaba borrando.

La nueva edición de sus cuentos, Escritura y verdad, puede ser el mejor síntoma.

De esta edición me parece extraordinario el prólogo de Ángel Zapata. La crítica me ha tratado siempre bien, pero la profundidad de Zapata es única.

Dice Zapata que sus cuentos son de una belleza disidente o, más bien, son una disidencia bella.

¿Qué es lo sustantivo y qué lo adjetivo?

Prima la disidencia. La belleza tiene que ser la justa. Recrearse en la belleza no es lo mío, nunca lo ha sido. A mí no me interesa tanto la forma por sí misma. La forma debe estar al servicio de lo que cuentas y no al revés. La disciplina del cuento tiene que ser muy estricta. Yo no me recreo en la forma; si me sobran palabras, las quito.

Ha dicho usted que lo humano es lo único que le interesa.

Sí, prefiero lo humano, que perdura; lo social acaba diluyéndose. Lo social depende de la política; si la política mejora, lo social se acaba. Lo existencial, sin embargo, nos atañe a todos.

Por eso muchos de sus personajes son como santos inocentes, pienso en el protagonista del cuento “En vilo.”

No todos son así. El de “En vilo”, sí; otros no. Son gente normal y corriente.

Pero sí hay un ingrediente en el que coincide la crítica, que es la ternura. Lo señala Pilar Palomo en la edición de Cátedra, y Ángel Zapata titula su trabajo introductorio a Escritura y verdad “la ternura del nómada”.

Es cierto, pero con la ternura no hay que pasarse, hay que controlarla, si no, uno se convierte en una especie de tanguista.

En sus cuentos, a veces el argumento se adelgaza hasta casi desaparecer, como si lo esencial estuviera fuera de lo que se narra.

Creo que el lector tiene que buscar lo esencial del cuento, que pueden ser dos frases, pero que tienen que estar abrigadas por el resto. No hay que contarlo todo, contarlo todo es el modo de aburrir a la gente. [Quizá convenga recordar aquí algo que el propio Medardo Fraile dijo hace casi cincuenta años: “Siempre he tenido fe ciega en los cuentos en los que no pasa nada”].

El cuento, decía Cortázar, tiene que ganar por K.O.

Es cierto, ésa es una buena frase que, además, es verdad; el cuento que no gana por k.o. no vale. Requiere menos tiempo que una novela, evidentemente, pero en el cuento no te puedes permitir ninguna transición, ningún descanso. En el cuento, cada línea es una batalla.

¿Quiénes son sus autores de referencia?

Siempre he tendido a hacer lo que me daba la gana. Pero me han interesado autores muy distintos, como Ramón Gómez de la Serna, Katherine Mansfield, Carson McCullers, O’Henry, que tiene mucha gracia aunque esté algo anticuado, Dublineses de Joyce; de Samuel Ros, al que dediqué mi tesis, me interesan más los artículos que los cuentos.

Del cuento se dice que tiene peor salida editorial que la novela, pero se dice cada vez que aparece un nuevo volumen de cuentos, por lo que, quizá, haya que ponerlo en duda.

Es totalmente cierto. Es más, se suele decir también que el cuento resucita, y el cuento ya había resucitado. Hay problemas en las editoriales, que no saben vender el cuento, no sé qué les pasa.

Pueden faltar revistas que acojan cuentos.

En mi época, ésa era la salida para publicar, había montones de revistas. El problema venía al meter los cuentos en libros. Decía García Pavón, que las revistas ayudan y las editoriales fallan.

Su época fue la de una generación excelente en cuyas iniciativas estuvo usted muy implicado.

Había muchísima gente en aquella facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Juan Guerrero Zamora, que hizo la revista Raíz, José María Valverde, un poco mayor que nosotros y que ya había tenido éxito como poeta, Aldecoa, que era muy noble y tenía una vocación literaria extraordinaria, Jesús Fernández Santos, que hacía teatro como Alfonso Sastre y Alfonso Paso, Manuel Seco, Rafael Sánchez Ferlosio, que no acabó la carrera...

Frente a su larga dedicación al cuento, sólo ha publicado una novela, Autobiografía.

Quizá yo sea un poco cabezota, y si desde joven me decían que escribiera novela, yo replicaba que por qué, si lo que me gustaban eran los cuentos. Escribí Autobiografía para demostrar que sabía hacer novela y que me dejaran tranquilo.

Tampoco ha escrito poesía, pero sí teatro.

Escribí poesía de joven, como todo el mundo. Pero sólo tengo cinco o seis poemas publicados. Ahora he vuelto un poco, pero es como una especie de deporte. El teatro, sí; es con lo que empecé. Lo dejé porque en el teatro dependes mucho de otros, de directores, empresarios... Fue una huida un poco ingenua porque lo que daba dinero entonces era el teatro. Pero, teniendo lo esencial, me ha importado siempre poco el ganar dinero.