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miércoles, 30 de julio de 2008

Trilogía de lo Invisible

Una Ada me regaló por mi cumpleaños, el 16 de marzo (vaya casualidad ¿verdad, Kebran?), tres libros que me llevé a un lugar apartado con intención de leer un fin de semana lluvioso, y resultó que allí los dejé: sin abrir y olvidados (lo siento). Por suerte, los libros no cayeron en malas manos, quiero decir que los cogió alguien que es cómplice en esto de la literatura y, después de leídos y vistas las dedicatorias que contenían, me fueron devueltos con sólo sugerirlo. Me los tengo que comprar, los necesito, me dijo cuando me los entregaba. Vaya, vaya, pensé yo, qué extraño.

Esos tres libros (en realidad cuentos largos) forman un todo que el autor ha llamado la Trilogía de lo Invisible en referencia a los valores morales que guían al hombre en su actuar. “Hay –dice el autor, escribe Ada en la dedicatoria– una arquitectura invisible del mundo que nos sitúa, que nos precede. Ella agita el corazón de los hombres, les mueve a actuar, a rechazar o a aceptar. Esta arquitectura son los valores y principios que regulan la vida”.



El autor de esta maravillosa obra es Eric-Emmanuel Schmitt (el escritor francés de teatro más representado en el mundo), y en cada uno de los tres libros provoca una reflexión interior muy profunda y positiva. Podría decirse que son libros de luz. A los tres cuentos les une que se trata la religión en la trama, que los protagonistas son un niño y un adulto, y que ambos acaban formando una “especie” de familia.

Cada libro habla de una religión, como he dicho y, aparentemente sin pretenderlo, enseña a tomar los valores de esa religión de un modo natural, mundano, sin caer en el fanatismo ni en el comercialismo de la misma. Es casi una cuestión de intuición más que de sabiduría: la religión es algo interno y personal, diferente en cada uno de nosotros.


El primero, Milarepa, habla del budismo, y es hermoso y gratificante. No me extiendo más.


El segundo, El señor Ibrahim y las flores del Corán, nos presenta un mundo musulmán apacible en el sufismo, y seguro que lo conocéis. La película protagonizada por Omar Sharif y Pierre Boulange es casi tan hermosa como el libro. Siento que la película haya omitido el genial final de la novela, la vuelta de tuerca que hace que sea un relato perfecto.







El tercero, Oscar y Mamie Rose, dedicado al cristianismo, es una obra maestra.
Os cuento un poco de qué va la trama: Oscar es un niño de diez (10) años que está a punto de morir. Tiene leucemia y ninguna cura es ya posible. Vive en el hospital, sala especial infantil. Allí está Mamie Rose, una mujer mayor, cristiana y voluntaria para asistir a los niños, que le convence de que escriba a Dios para desahogarse, para que le ayude a comprender. Además, como Dios debería poderlo todo (todo lo espiritual) le escribe pidiéndole algún deseo.
Las doce cartas que llega a escribir conforman el cuento, y una mezcla de sentimientos encontrados, unos muy divertidos y otros tremendamente melancólicos, invadirá al lector. Se ligarán carcajadas con lágrimas y, pasado un tiempo, el lector sonreirá satisfecho acordándose de esta obra maestra, posiblemente con el espíritu más lleno de bondad.

La religión, no tiene nada que ver en todo esto, viene a decir Eric-Emmanuel Schmitt , es más bien el valor interno que las personas damos a las otras personas y a nosotros mismos, lo que mueve todo: Debemos ser nuestro propio Dios.

Ya no me extraña tanto que la persona que cogió (y guardó) los tres libros me dijese que los necesitaba: yo ya también los necesito.

© Esteban Gutiérrez Gómez, 2008

4 comentarios:

María Jesús Siva dijo...

Me alegra que la persona que los leyó primero tuviera esa visión y ese fuerte sentimiento de dependencia. A veces pasa, con los libros, las películas, la música, algunas personas...de repente las descubrimos y ya no podemos vivir sin ellas.
Descubrí la teoria de lo invisible y estos tres libros hace tiempo, buscaba literatura infantil y ni siquiera estaba en esa sección, pero allí se aparecieron, hay que ver cómo la juega el destino. Como de costumbre cuando siento una intuición muy fuerte, me los compré, los devoré, los releo algunas veces a trozos, sin orden, no importa, siempre es el trozo adecuado, siempre me ayuda.
Forman parte de mi, de mi camino, de la persona en la que me voy convirtiendo,de la que he dejado atrás, de la visión que tengo de otros, del respeto, de lo que guardamos y de lo que esperamos y nos espera...
Yo también los necesito, suerte que una vez los encontre para siempre.
Un beso.

Kebran dijo...

Amigo Esteban: es una coincidencia memorable. Me alegro de que cummplamos años el mismo día. Sé que tengo que poner el cuento en mi blog. Lo haré en unos días. Ahora voy fuera un par de días. Y el 6 de agosto pongo el cuento.
¿Has leido el blog de DEBORAH?
Hay que tener muy en cuenta a esta chica
un abrazo inmenso
EL KEBRAN

Baco dijo...

Deborah me gusta, ya te contaré y ya le contaré. Me voy a London unos días, después hablamos.

Warren/Literófilo dijo...

Decía un amigo que lo mejor que le podìa pasar era que le robaran los libros, y bueno deco decir que peco de ignorante con dichos autores que mencionàs sin embargo para eso están para leerlos, un fuerte abrazo desde Costa Rica.