Para empezar la antología la realizan a pachas dos figuras: Patxi Irurzum, con el que inauguré mi espacio El cuentista del mes en este mismo blog (esa Polla), buen narrador y cachondo a más no poder; y Vicente Muñoz Álvarez, editor de Vinalia Trippers, militante en la poesía de la conciencia, y antólogo, junto a David González, de Tripulantes. En todo caso, dos tíos bastante comprometidos y que no tienen pelos en la lengua: saben lo que quieren.
Y eso es lo que tienen las antologías, que llegas a gente que no sabías que existía. Y lo digo con toda humildad y desde el más profundo agujero intelectual: me queda mucho por leer, lo reconozco.
De Eva Vaz ya escribí en Bacovicious, y pronto lo haré de Karmelo Iribarren. Pero éste es sitio de narradores, de cuentistas, y tengo que destacar dos cuentos (me jode, pero es de justicia) de gente que no había leído nunca (o, por lo menos, así lo creía, que lo mismo sí, pero no estaba yo para nombres...).
El primero por cachondo, porque cada vez que lo leo me parto de risa, porque me pasé todo el trayecto de Villaverde - Fuenlabrada dando carcajadas en el tren, los de al lado hasta se reían conmigo (o de mí, vete tú a saber), la abuelita me ofreció un pañuelo para secarme las lágrimas y, cuando me bajaba del tren, estaban todos mirándome, con ojos rojos (¿el tripi? Jajaja) y una mueca de sonrisa pintada en la boca (como la del teletubi) y, joder, qué risa (ni que me hubiese metido yo la pantera rosa o la seta sonriente o lo que fuese). Además, esta bien escrito, maneja los tiempos de la narración con maestría, tiene en cuenta el tono y la intensidad narrativa, apoda a los personajes con acierto (me recuerda a Monzó) y la trama por sí sola mantiene el interés del relato. El final, espectacular. Luego me entero de que Sergi Puertas, el autor de “Señor carne es un teletubi”, el cuento al que me refiero, fue redactor jefe de la revista El Víbora hasta su desaparición en enero de 2005, y no te extraña nada de dónde ha salido la mordiente del relato.
Pedido y obtenido permiso del propio autor (salud), aquí os dejo con una muestra de su arte narrativo.
Señor Carne es un teletubi (fragmento)
En el plató y durante el rodaje, Señor Carne trabaja a las ordenes de Puerco Desconsiderado. El resto de la jornada viene a ser como una representación de Aladino y la lámpara maravillosa: Puerco Desconsiderado formula un deseo y Señor Carne lo hace realidad. Revuélcate por el suelo, pide Puerco Desconsiderado. Ríe, pide Puerco Desconsiderado. Salta, pide Puerco Desconsiderado. El manda y ordena y así se hace. Señor Carne hace cuanto se le pide y Puerco Desconsiderado y su equipo lo filman en video de calidad digital para mayor disfrute de grandes y chicos. Puerco Desconsiderado es Aladino y Señor Carne es el genio. Solo que los deseos son más, muchísimos más de tres.
Señor Carne es un teletubi, pero no es el único: Cuatro señores mas enfundados en disfraces de colorines danzan y dan palmas y se convulsionan al mandato de Puerco Desconsiderado. Hurón Tullido, el señor que va dentro del traje rojo, tiene una hernia discal de campeonato, por lo que queda exento de las mamarrachadas mas audaces; danza y da palmas y se convulsiona, pero menos.
A menudo, en el plato y para el rodaje, hay niños con los que Señor Carne, Huron Tullido y los demás juegan si así lo estipula el guión. El careto de teletubi del disfraz de Señor Carne ríe todo el rato y da mucha risa, pero por debajo la boca de Señor Carne está retorcida en una mueca. Señor carne detesta a los críos con los que tiene que trabajar, especialmente a Pequeño Hijodeputa Consentido...
Más cosas a favor de Sergi Puertas: Una poesía muy interesante (también cachonda, debajo dejo otra muestra –esto, con tantas muestras, ya parece un laboratorio, coño–) y una página supertrabajada y completísima sobre Bukowski.
El poema:
CABALGATA DE MANIÁTICOS
Alberto tiene principios:
En principio no hará nada
que no encaje en la estrecha franja
que él mismo se acotó.
Nunca cruzara la línea que delimita
el principio de algo diferente y
cuando quiera volverse y mirar atrás
ya será tarde.
Eduardo es un tipo consecuente
pero ser consecuente es ser un imbécil:
El consecuente rueda sin frenos
sobre raíles de recorrido prefijado.
En consecuencia se le adivina la ruta.
Es así como se le caza, al consecuente.
Julio tiene convicciones:
Alguien le repitió muchas veces lo mismo
o tal vez fuera él mismo quien se lo repitiera
hasta convencerse.
En cualquier caso anda convencido
y para eso no hay remedio.
En tiempos también yo quise ser consecuente
tener principios, tener convicciones
mas de camino a la manía
me tropecé con una angustia.
Ahora ellos caminan convencidos.
Con ellos camino yo, con vencidos.
La semana que viene el segundo cuento destacado: un prodigio narrativo llamado “Lavavajillas”, de Salvador Gutiérrez Solís.
© Esteban Gutiérrez Gómez, BACØ, 2008
1 comentario:
gracias por la reseña, Estaban, lo subo mañana a Hank Over blog... Salud & Pura Vida.v.
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