Marcelo Luján
Baile del sol, 2010
La motivación del escritor es una selva tropical con múltiples microclimas. A veces la necesidad de contar algo. Otras, querer que te escuchen, que te lean. El ansia de trascendencia o el exorcismo. En algún caso, como este, la necesidad surge del recuerdo de algo que se va perdiendo.
Marcelo Luján sentía que su español porteño se le iba de los labios, sentía que el desapego de su tierra durante años le hacía perder identidad. Lo mismo le ocurrió a su compatriota y amigo Carlos Salem, que acuñó para definirse el término argeñol. Eso lo dice todo.
Luján no quería perder el piolín, el acento de su infancia y su juventud, y se impuso la escritura de este libro para recuperarlo. Cada día volcaba en el blog una reflexión, un relato, un texto poético, un mensaje de modo que recuperase aquel mundo de allá que empezaba a difuminarse.
Así nació Arder en el invierno, fruto de la necesidad de volver a la huella, de reconocer los lugares, de no callar aquello que se voceaba y no era capaz de pronunciar. El compromiso consigo mismo, la máxima muestra de honestidad.
Arder en el invierno es un libro polivalente, que no admite etiquetas. Si fuese el tejado de una casa tendría decenas de vertientes. Es, además, difícilmente entendible para los más racionalistas, críptico y genial, hermoso. Se presenta ante nuestros ojos en forma de relatos cortos, cuasi microrrelatos, iniciados por las letras del alfabeto, por palabras concretas, con las que ofrece historias a varias voces, historias (para acabar de liar la madeja) hiladas. Así es: un juego, un puzzle. Si te va lo diferente, ir más allá de las palabras, el conocer qué se esconde entre las líneas, dejar de leer para pensar, este es tu libro.
Tan sólo una les desvelaré, a modo de ejemplo: Arder en el invierno, el título de este proyecto narrativo contiene dos términos enfrentados: arder e invierno, pues bien, arder e invierno, o sus semejantes metafóricos, se encuentran en todas las historias que cuentas estos relatos.
Teniendo en cuenta que esas historias nos hablan del tiempo, de literatura, de amores y de revoluciones, de injusticias y de gratitudes, de vida. Teniendo en cuenta que existen palabras clave como cartografías, como ñoquis, como ojos y xenofobias, como whiskys, la diversión está asegurada.
Introducción (por Ana María Shua)
Hace unos años recibí en mi correo electrónico una nota de un
joven autor que me escribía desde España y me proponía, como
presentación, un texto de su blog. Como tengo el defecto de ser
buena corresponsal, me cuido mucho de iniciar cualquier tipo de
intercambio de mensajes. Leí el texto, que se llamaba «Anillos», y
decidí que me encontraba frente a un narrador meritorio, con el
que valía la pena establecer comunicación. Había leído el primer
texto de lo que sería, con el tiempo, este libro.
Arder en el invierno es breve pero intenso. Está estructurado
en tres partes en las que aparece un texto por cada letra del alfabeto.
En las secciones del libro se repite la estructura, retomando
los títulos y excavando en los temas. A través de un clima onírico,
cargado de melancolía, se cuenta y no se cuenta una desoladora
historia de amor, que es también una historia de nostalgia por el
terruño, que es también poesía, que es también pasión por la mujer
y por el fútbol, por la infancia y por el mate, y contiene ese delicado
entusiasmo por el fracaso que define la buena literatura: Marcelo
Luján sabe, como cualquier escritor de raza, que ninguna historia
humana termina bien.
Hay zonas geográficas en que las fronteras se vuelven difusas
y uno no puede estar tan seguro de que está en un país y no en el
otro. Así nos sucede a los buenos lectores con ciertos libros a los
que es difícil encasillar en un género determinado. ¿Poesía? ¿Minificción?
¿Prosa poética? ¿Cuento breve? ¿Qué importa, en tanto los
textos sean de alta calidad literaria, en tanto la lectura sea profunda,
gozosa, perturbadora y feliz? Ese es el efecto que propone Marcelo
Luján con Arder en el invierno.
1. ANILLOS
Quién me obliga a ver tu nombre grabado dentro de un círculo.
A recordar la tarde en que los compramos, a recordar la ilusión
de aquella tarde. A recordar la otra tarde (siempre invierno) en
que me lo pusiste y te lo puse y nos los pusimos. Ay ilusión. Ay
esperanza. Ay: qué impuntuales son. Si todo coincidiera como
coincidieron orificio y dedo tenso. Si todo se limitara a esa acción.
Quién me obligó. Quién toma y quién obliga. Cordón metálico
que me aprieta los vicios del anular. Qué fácil fue abrirte
la manito, qué fácil fue que me miraras. Qué fácil tus ojos y qué
fácil tu sí. Qué fácil la noche que de verdad ardimos. Qué simple
parece todo cuando hay voluntad y pasión y horizonte. Qué claro
el horizonte con tu nombre grabado en el interior de una cinta.
Después hay que raspar y raspar para borrar ilusión esperanza
horizonte. Eso sí cuesta. Eso sí cobra. Caro. Ahora borro y borro
como si nunca hubiera existido aquella tarde, como si nunca hubiera
sido lo que alguna vez fue realidad.
Marcelo Luján estará firmando ejemplares de Arder en el invierno en la Feria del Libro de Madrid, caseta de Baile del sol (262), la tarde del domingo 6.
1 comentario:
Frío y calor; calor y frio; ¿es tanto la diferencia?
Recuerdo un experimento en el museo de la ciencia en las Palmas, vimos como se frió un huevo no administrándole calor sino todo lo contario mucho frio. Vimos que no hay calor o frio sino movimiento de moléculas, rápidas o lentas.
Cuentan algunos sabios que los seres humanos somos como las moléculas, como los protones y electrones, nos movemos según sus leyes, ¿no has pensado alguna vez por qué te llevas bien con una persona y con otra no? ¿Realmente hay motivos racionales?. ¿no será que el calor o el frío viene de nuestra interacción molecular?...
Esteban te dejo ahí mis reflexiones de tus reflexiones.
Un saludo.
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