viernes, 15 de febrero de 2008
El laberinto de Noé
Por fin.Ya lo tienen los distribuidores y estoy a la espera de que me confirmen fecha de envío a librerías (ya esta a la venta en algún portal de internet).En general estoy contento de cómo han ido las cosas.La ilustración de la portada, de Luisa Fernández, ha quedado muy bien y a todo el mundo le gusta (mil gracias, Luisa; tú y yo apostamos por él y no nos hemos equivocado). Ni os cuento lo importante que es una portada para un libro; sobre todo para un libro de un autor desconocido. La gente que ha visto la ilustración ha sabido qué era aquello sin necesidad de explicación.
También opinan, en general, que el cambio de título es acertado. Así lo creo yo también.
Los peros son las erratas, pocas pero de peso, por lo menos para mí que me he leído el libro siete u ocho veces y sé lo que escribí. Tenía temor al respecto, no por el trabajo de José Jiménez, mi editor, que por lo que ví era bueno, si no por lo que he podido observar (ahora que me fijo) en los últimos libros que he leído. Dos ejemplos: El Filandón, de Rey Lear, tiene más de tres erratas (nada importante, pero notorias) y El corazón helado, de mi admirada Almudena Grandes, de Tusquets, una que yo sepa, y va por la quinta edición.En unos días, habrá noticias sobre la presentación del libro.
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3 comentarios:
Enhorabuena por tu libro, Esteban. Ha sido un parto difícil, pero no ha necesitado forceps, ni cesárea. Se abrió camino a través del canal del parto con la naturalidad de un recién nacido. Lloró al expandir sus pulmones. Se llenaron de letras sus hojas en blanco. Iluminó el paritorio con la luz de sus ojos, y señaló una senda. “No importa llegar, importa el camino”. Y allí estaba Noé, hablando por boca de Julián. Y Martín, un galeón en un mar esmeralda, navegando contra los turbios recuerdos. “¡Kufú la!”, dijiste, y la hilera de letras se pusieron en movimiento como pequeñas hormigas, como una libélula en busca de la estela de acero. Tu libro, es un camino lleno de encrucijadas. ¿Cuál tomar? Imposible adivinarlo sino leyendo hasta el final de los duelos de plumas. Me quedo con el poso de uno de ellos: Pimball. “Sólo cuando lo piensas. Sólo cuando te acuerdas de ello. Sólo cuando te das cuenta de que tú eres esa bola de acero en la máquina de la vida”.
Creo que el recién nacido, abrirá un nuevo sendero. Una ruta desconocida. Su estructura es diferente, inusual. Respira la esencia del cuento, pero haciendo escalas, cruzando puertas, deteniéndote en amplios recibidores y aspirando ese aroma intemporal de las narraciones breves, para al final, saborear el final de una novela sorprendente que te cautiva y atrapa.
“Yo también, pensé, y una máquina de pimball se iluminó en algún sitio dentro de mí.”
Cómo me ponen tus palabras, Luisa. Qúe decirte si con sólo leer la novela la primera vez, se te ocurrió la ilustración que habitaba en mi cabeza. Nosotros sí sabíamos. NON NOBIS SOLUM
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