Un aperitivo de lo que vendrá.
Este micro pertenece a su libro Baúl de prodigios, editado por Traspiés en 2007.
Su nueva propuesta (al parecer cierra un microciclo) ya ha salido de imprenta.
Que ustedes lo gozen bien.
Bibliofagia
(o breve exaltación de la gula como arte bellísimo y vacuo)
Yo los libros los devoro. Con fruición. Kafka, Perec, Poe, Buzzati, Capote, Lorca, Zapata, Di Benedetto, Wilde, Cervantes, Walser, Beckett, Grass, Schulz, Cortázar, Faulkner, Queneau, Monterroso, Hrabal, Pynchon, Miller, Borges, Gombrowicz, Artaud, Ionesco, Cernuda, Gómez de la Serna...
Procedo así: un mordisquito en el lomo (sobrio Rioja acompañando las pastas duras, para la rústica cola o cerveza), luego la juntura cosida (digestiva, natural, fibra pura) o pegada (empacho dulzón, dispepsia flatulenta, mejor a los postres), y finalmente las hojas, una por una o en racimos negro sobre blanco, desde la dedicatoria hasta el delicioso hartazgo glotón del “Fin”.
Comencé en Alejandría (sólo el incendio detuvo mi voracidad bibliófaga) y no he parado hasta devastar cual Pantagruel las bibliotecas de medio mundo y parte de la otra mitad. Soy un analfabeto cerril y tengo tan poca imaginación que no sería capaz de escribir una sola línea, mucho menos de inventar una historia, propia o ajena. Nada de lo que como me aprovecha, e incluso he desarrollado una tendencia creciente a las digestiones plúmbeas (ni atiborrarme de bicarbonato me sirve de alivio) causadas por la ingesta de las obras, entre otros, de Pearl S. Buck y los poetas beatniks, sin haber leído ni una palabra de ellos.
Sólo me mueven la gula y el impagable gozo de saber que algún día toda la cultura del mundo estará a buen recaudo en mi panza libresca, que intelectuales y lectores famélicos del orbe todo darían su vida por rajar mi vientre de arriba abajo y meterse un último chute de literatura alimenticia mientras yo los observo con sorna, tal vez con lástima, con infinita conmiseración.
2 comentarios:
Genial. Es a la vez una fantasía imposible y una crítica a los devoradores de libros como si fueran caramelos.
Entre los bibliófagos de MAZ y los biblioclepta de Jesús Ortega, vamos a descubrir nuevas e intrigantes criaturas de letras.
Gracias por pasar por aquí, Sandra.
Publicar un comentario