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lunes, 31 de agosto de 2009

EL CENTAURO, un cuento de Vicente Muñoz Álvarez


EL CENTAURO

Vicente Muñoz Álvarez


Escuchamos en la lejanía un rumor sordo y creciente, el trueno de una doble tempestad, y en el horizonte una nube de polvo hinchada precedió la llegada de los invasores del allende. Cayeron sobre nosotros como el viento, sembrando en nuestras filas el terror con largos cuchillos refulgentes y báculos de fuego que herían desde la distancia. Pero, más aún que sus ingenios, asombraba la fisonomía de sus cuerpos, fusión de hombre y bestia en un solo perfil. Su aspecto era fiero y espantoso: lo que parecía ser un hombre demediado se enfundaba en una carcasa rutilante y cegadora sobre la que rebotaban nuestras lanzas. Su cara apenas era discernible, oculta como estaba en una profusa masa de pelo desgreñado. El término de su espalda se fundía con la grupa de la bestia, de enorme vientre y ojos destellantes. Era ágil y fuerte, y la vimos varias veces saltando sobre nuestras cabezas impulsada por sus patas delanteras. Aturdidos por su magia y conscientes de su poder nos postramos frente a ellos sin ofrecer apenas resistencia, prestos a idolatrarles como a dioses. Y entonces sucedió el mayor de los prodigios. Uno de ellos se acercó hasta nuestro grupo y ante nuestra mirada se escindió en dos partes sin esfuerzo, quedando bestia y hombre separados y aumentando así nuestro pavor. Su voz era ronca y cavernosa. Su nombre, Hernán Cortés.

8 comentarios:

-ReD- dijo...

La primera vez que leí este cuento, me impresionó de sobremanera.

Baco dijo...

Gracias, Ana, por pasarte por aquí desde tan lejos.
Los duendes tienen eso...

María Jesús Siva dijo...

Me ha recordado a un poema de Ángel González 'Así nunca volvió a ser' parece que se complementaran.
Besos

Baco dijo...

El poema de AG que Ada menciona:

ASÍ NUNCA VOLVIÓ A SER

Como llevaba trenza
la llamábamos trencita en la tarde del jueves.
Jugábamos a montarnos en ella y nos llevaba
a una extraña región de la que nunca volveríamos.
Porque es casi imposible abandonar
aquel olor a tierra de su cabello sucio,
sus ásperas rodillas todavía con polvo
y con sangre de la última caída
y, sobre todo,
la nacarada nuca donde se demoraban
unas gotas de luz cuando ya luz no había.
Allí me dejó un día de verano
y jamás regresó
a recoger mi insomne pensamiento
que desde entonces vaga por sus brazos
corrigiendo su ruta, terco y contradictorio,
lo mismo que una hormiga que no sabe salir
de la rama de un árbol en el que se ha perdido.

A mí esta parte me parece genial:

"Y entonces sucedió el mayor de los prodigios. Uno de ellos se acercó hasta nuestro grupo y ante nuestra mirada se escindió en dos partes sin esfuerzo, quedando bestia y hombre separados y aumentando así nuestro pavor."

Luisa dijo...

Hablando de estilo épico o legendario…
Me ha gustado.

Un beso.

Baco dijo...

Me alegro, Luisa. Su libro se cuentos (reeditado y en las librerías) "LOs que vienen detrás" te gustaría.

Vicente Muñoz Álvarez dijo...

thanks por subirlo baco.

y thanks a todos por los comentarios.

salud & fuerza:
v

Unknown dijo...

O