El ensayo ha sido realizado por el escritor Guillermo Ortíz, y su página web http://www.guilleortiz.com/ y su persona, han sido un muy grato descubrimiento.
La lectura de la segunda parte de este ensayo, me hizo buscar la primera parte en el número de agosto de En Sentido Figurado.
Transcribo las primeras líneas del ensayo y aconsejo a los cuentistas que siguen el blog, su lectura completa en los enlaces abajo relacionados.
REALISMO, POLÍTICA Y ADOLESCENCIA EN LA LITERATURA ESTADOUNIDENSE CONTEMPORANEA (PRIMERA PARTE)
Aparte, hay que tener en cuenta que los Estados Unidos no sólo son un país joven sino también tremendamente poderoso e influyente. Esto repercute en su literatura de manera brutal y contradictoria: extendiendo por todo el mundo unas tendencias de pensamiento y sus contrarias. Así, desde la II Guerra Mundial, cuando numerosos pensadores europeos tuvieron que refugiarse para huir de la persecución nazi, en EEUU conviven intelectuales marxistas y anti-comunistas, neoliberales y críticos, fanáticos defensores de la globalización y teóricos del multiculturalismo.
Este sentimiento crítico, esquizofrénico y a menudo opresivo ante la realidad hace que la literatura norteamericana sea, especialmente desde los años 50, una literatura de “outsiders”, de personajes que forman parte de la sociedad pero de una manera paralela, con sus propias reglas, con su individualidad casi imposible en una sociedad unificada por el cine, la televisión y la promesa del “sueño americano”.
De Holden Caulfield a Henry Miller
Ese sueño tiene un lado terrible. Un sueño que provoca insomnio. La mayoría de grandes personajes de la novela y el relato norteamericano son lo que se considerarían “perdedores”...
No es de extrañar, por esto mismo, que en la literatura norteamericana haya tenido tanta importancia el relato breve. Es el género ideal para describir una realidad incómoda sin entrar en mayores discusiones. La máxima de Scott Fitzgerald: “muestra, no expliques” es ideal a la hora de transmitir tristeza y perplejidad. Esta perplejidad y un fuerte sentimiento de soledad está ya en los primeros relatos de Hemingway con aquel solitario Nick Adams buscando su lugar en el mundo por Italia, España y el Misisipi, y seguirá a lo largo de todo el siglo con maestros como el citado John Cheever –“El nadador” (1964) o, especialmente, Raymond Carver –“¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?” (1976)- y Donald Barthelme –“60 Cuentos” (1981)- en la última parte del siglo XX.
Asimismo, es imposible obviar la importancia de las publicaciones –especialmente las dedicadas a mujeres– en el auge del relato breve. Si bien es cierto que la forma se ajusta perfectamente a las pretensiones de estos autores, también es cierto que encontraron numerosas facilidades para publicar en distintas revistas a cambio de grandes cantidades de dinero. Hubo un tiempo en Estados Unidos en el que publicar relatos o novelas cortas por entregas en una revista resultaba más rentable que ponerse a escribir una “gran” novela.
El relato estadounidense mezcla esta capacidad para el realismo más sucio y a la vez la imagen más certera. No es casualidad que los grandes novelistas estadounidenses hayan sido también relatistas (Hemingway, sí, pero también Faulkner, Fitzgerald, Salinger, Capote, Miller, Kerouac, Auster… hasta llegar al propio Bret Easton Ellis o Chuck Palahniuk…) y a la vez guionistas de cine, o que, al menos, sus obras hayan inspirado varias películas. Los cuentos americanos son eso: retratos, una sucesión de brochazos en los que queda configurada una sociedad y generalmente un desapego...
1 comentario:
Hola, Esteban.
Gracias a ti por hacerte eco del magnífico ensayo de Guillermo.
Espero que todos los visitantes de tu blog puedan disfrutar también de la revista. Un abrazo, Valeria
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