La policía no se atrevía a apartarle de aquel cuerpo convertido en un amasijo de carne y vísceras. La sangre cubría todo su pecho y sus brazos y su rostro. Los ojos parecían a punto de saltar de sus cuencas. Una y otra vez, como un imparable martillo hidráulico, levantaba las manos dirección al cielo y las descargaba sobre el cadáver gritando: ¡Vive! ¡Vive! ¡Vive! ¡Vive!
Le sujetaron los brazos entre seis o siete personas. En ese momento tensó su cuerpo arqueándolo hacia atrás como un toro, aulló larga y profundamente y, después, se derrumbó sobre el entarimado de madera como una estatua griega de mármol. El estruendo fue atronador.
Él llevaba dos horas intentando reanimarla con un masaje cardiaco.
Ella llevaba dos horas muerta.
© Esteban Gutiérrez Gómez
10 comentarios:
Un buenísimo relato, Esteban, pero muy triste. Se siente el dolor que está viviendo el personaje.
Gracias, Magda, de eso se trata. Un beso
Un ritmo muy bueno el de tu relato. Frases cortas convenientemente colocadas, y dando los datos suficientes, con las largas, para situarnos en la escena. Tremenda, por cierto. La síntesis es perfecta. Sólo lo que interesa, obviando el resto. Impactante, a la vez que desesperanzador. La fe es lo último que se pierde, y la locura de la pérdida nos hace ser incoherentes con el equilibrio natural de las cosas; de la muerte en este caso. El ángulo de focalización, muy bien expuesto. Y por último, las preguntas: ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo?
Un beso, Esteban.
Superanálisis perfecto, Luisa. Se trataba de eso, de utilizar el ritmo como elemento fundamental de la narración. Besos
Me parece un buen micro, aunque me sobran las dos últimas frases. Redundan, creo, innecesariamente en la propuesta de significado que el relato ya se ha encargado de construir antes. Yo que tú me lo pensaba, te puede quedar aún mejor.
Un abrazo,
M.
Gracias por el comentario, M., lo tendré en cuenta.
Las dos frases, sobre todo la última, tienen una función de subrayado buscando más efectividad en el relato. Es posible que eso conlleve algo de pérdida en la complicidad del lector. Como te digo, lo tendré en cuenta.
Un abrazo
Muy bueno el relato, quizá demasiado “redondo” con las dos últimas frases, que por el contrario hacen que la historia no pueda ser interpretada.
Si esas dos frases, el hombre transido de dolor y desesperación también podría ser un asesino.
Resultaría más inquietante, pero sería otra historia.
Tiene mucha fuerza.
Un abrazo,Esteban.
Veo que sigues en forma como narrador y como poeta
Hola, Tesa.
La verdad es que el secreto de un buen micro es precisamente saber guardar el secreto.
Esas dos últimas frases redundan como dice M. en la idea de lo que ocurre, si bien podría ocurrir la otra cosa que comentas, y el lector o disfrutaría descubiendo el secreto o se quedaría perplejo, dependiendo, fuandamentalmente, de su nivel como lector.
Cada vez estoy más convencido, esas dos frases sobran.
Un beso
esteban me acabo de enterar
porque lo acabo de leer
http://www.publico.es/culturas/160472/pequeno/maton
no sabes la satisfacción, al ver tu nombre junto a noe
abrazo
gigante.
Gracias, Gsús. Y yo me acabo de enterar por tí.
La vida es cuento.
Literavida.
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