miércoles, 25 de febrero de 2009
El abuelo, de Pepe Pereza
Caminaba por el parque de la mano de María, su nieta de ocho años. Hacía un día estupendo. Daba gusto pasear por la sombra. Guiados por la pequeña, habían encaminado sus pasos hasta los columpios. Allí había varios niños más y María pronto se sumó al grupo. El abuelo se quedó fuera, al otro lado de la verja, atento a cada uno de sus movimientos. María se había puesto a la cola para subir al tobogán y por delante, era el turno de dos niños mayores que ella. Después de que ellos se tirasen, María llegó al último de los escalones y antes de sentarse, llamó la atención de su abuelo para que la viese deslizarse. El abuelo la saludó agitando la mano y sonrió. Ella descendió y acabó aterrizando con el culo en el montoncito de arena dispuesto a tal efecto. Siguió jugando. El abuelo sonreía al verla, pero su mente en realidad estaba en otro sitio, ocupada en inquietantes y oscuras preocupaciones. Al día siguiente, entorno a esa misma hora, le estarían operando…. Porque además de viejos, sus pulmones estaban rotos. Aquel podría ser el último paseo. Pese a todo, siguió sonriendo y jaleando cada uno de los inocentes gestos de su nieta.
Pepe PEREZA, vive en Logroño y es un entusiasta del cuento.
Gracias por tus palabras.
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2 comentarios:
No rendirse, nunca. Las circustancias de cada uno, a veces, son las mismas que nos empujan a dar un paso más. Creo que siempre compensa.
Besos
Nunca hay que negar una sonrisa a un niño.
Bexos
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