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lunes, 22 de diciembre de 2008

El clavo en la pared, de Jesús Ortega

Creo que la primera vez que oí hablar de Jesús Ortega fue a raíz de hacerse eco del Manifiesto por el cuento. Entonces descubrí su blog: El clavo en la pared.

Su blog es posiblemente el más divertido, instructivo, surrealista y desconcertante de los blog dedicados al cuento en castellano. Por él pululan personajes como Declarado Demente, internado supuestamente en un sanatorio mental de Suiza (no será por sus razonamientos, de lo más acertados y nada superficiales), o escritores como Miguel Ángel Zapata (Menudos micros. Surrealismo en estado puro) y algunos otros que se enmascaran tras nombres como Bioiz o Valparaiso, además de amigos granadinos como Valeria y Cris. Cada entrada en ese blog es una invitación a la reflexión, trasciende el entendimiento para recalar, a veces, en un regenerante surrealismo o en una inflexión polarizada que genera un haz arco iris de luz discordante. Cualquier argumento es válido para iniciar un debate literario de profundidades abisales.

Conocí recientemente a Jesús Ortega en una de mis frecuentes visitas a Granada. Tuvimos una charla que nunca olvidaré y simpatizamos en muchos de nuestros gustos literarios y en la manera de enfocar nuestros comunes proyectos narrativos. A modo de despedida, intercambiamos escrituras.


El clavo en la pared (Cuadernos del Vigía, 2007), además del nombre de su blog, es el título de su libro de cuentos. Como no podía ser de otra manera, en esos cuentos está presente toda una tradición cuentística, desde Chéjov hasta Hemingway (así pone en la contraportada del libro, y así es en realidad). Los relatos que contiene el libro están llenos de pesadillas de la infancia, relaciones familiares o sentimentales no al uso, de magia, de secretos, de guiños al lector cómplice.

Dominan a mi entender tres aspectos en los cuentos de Jesús Ortega: el gusto por la trascendencia psicológica en sus personajes; la búsqueda de cierto surrealismo en la escritura (sin excesos, sin delirios. Así me explico yo lo del blog); y, fundamentalmente, el placer por recuperar ingenios literarios propios del cuento.

Así, en La segunda vez, uno de los cuentos que más me han gustado, podemos encontrar casi todos estos elementos (metaliteratura, secretos, infancia, magia, juegos psicólogos en los personajes). Es, además, una gozada dejarse llevar por una prosa envolvente, aunque te imagines qué es lo que va a ocurrir.

En El clavo en la pared, juega con el lector al tergiversando la psicología de los personajes, haciéndoles parecer lo que no son para descubrirnos la verdad al final; muestra su dominio de la teoría del iceberg y vuelve a recurrir a la familia como escenario de la trama.

En Bésame, otro de los relatos que se quedan marcados en la mente del lector, anuda lo mágico y lo secreto para crear una atmósfera en la que se pierde la realidad de alguien que no sabe andar sin pisar el suelo, que está atrapado en la vida diaria y no contempla ni una mínima rendija a la ficción.

Porque me siento identificado con el personaje y porque el título es ya, por sí solo, un micro, Los dedos del tiempo, será uno de los relatos que recuerde siempre. Yo también soy (he dicho soy, no “he sido”) "biblioclepta".

Una característica común en todos los relatos es que huye del llamado final explosivo. No busca sorprender al lector en la última línea. Se conforma con conmocionarlo, con dejarlo pensativo, al igual que su maestro y amigo, Andrés Neuman, en aquel maravilloso El último minuto.
Son algunos ejemplos del buen hacer de Jesús Ortega.

En el próximo libro, habrá muchos más, no lo duden.

9 comentarios:

Daniel Yanez-Gonzalez dijo...

Sí señor, el gran Jesús, ¡¡nuestro cuentista de hombres y sueños!!

Hermoso homenaje a un gran escritor, amigo.

Paz, letras y un clavo desde Brighton.

Feliz semana.

Daniel.

Baco dijo...

Lo dicho, Daniel: Salud y un buen laberinto en el que perderse.
Las buenas letras las ponen los amigos.

Anónimo dijo...

Hola, Esteban.

Así que eres biblioclepta, vaya, vaya, entonces entiendes ese cuento...

Muchas gracias por la generosidad, amigo.
(También a Daniel)
Qué bien luce mi clavo en tu laberinto.

Un abrazo y seguimos

Baco dijo...

Gracias las que tu tienes a la hora de escribir, Jesús.
Suerte con esos próximos proyectos.
Abrazos.

José Cruz Cabrerizo dijo...

Bueno, dadas las fechas en que estamos cualquier cosa que se diga puede sonar a falsamente hagiográfica. Coincido con lo expuesto en el post sobre el blog de Jesús, hombre sencillo al que me une una amistad discreta, y por eso me alegro de que se vuelva a hablar de su libro. Hace algún tiempo yo ya lo hice en "La Biblioteca Imaginaria" y por eso vuelvo a aconsejar su lectura.

Un abrazo.

Baco dijo...

Bueno, por lo que estoy descubriendo, el filón Granada no tiene límite.
Copio tu blog (Palabras sordas, oídos necios) y lo añado al grupo de cuenteros.
Un abrazo, José.

José Cruz Cabrerizo dijo...

Un honor verme en la lista. Y sí, parece que por aquí el relato está en plena efervescencia según dicen los entendidos (yo es que no sé si llego a los seis años en esto y por eso no podría considerarme una voz autorizada).

Gracias y un abrazo.

Anónimo dijo...

Buen gusto literario, Esteban. El clavo es un libro redondo, y ya no digo más del amigo Ortega, vayan a creer que soy granadino (o algo). Redondo, sí, como pocos, como un donut o un ojo de buey o la O de Ortega.
José, no disimules, que quien te leyó te conoce, y sí, sabes que tienes criterio de sobra.
Esteban, quiero hacerme con tu libro ¡YA!
Felices cosas y tiempos.
Abrazos.

Baco dijo...

LO mejor de todo, señor Zapata, es que todavía no se me han ido de la mente una serie de imágenes que traslada el amigo Ortega al lector.
No se puede decir nada mejor de un cuento.
En el próximo encuentro (fortuito o no: léase "envíame un correo con el que contactar contigo") hacemos intercambio de escrituras breves o como diría Poli G., de delicias turcas.