La enfermedad del lado izquierdo

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El destino no está escrito, ¿o sí? ---------- http://laenfermedaddelladoizquierdo.blogspot.com/

También estoy aquí...

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MI BLOG PERSONAL

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Años, de Cesare Pavese


De lo que era yo entonces no queda nada: apenas hombre, era aún un crío. Lo sabía hacía tiempo, pero todo ocurrió a finales del invierno, una tarde y una mañana. Vivíamos juntos, casi escondidos, en una habitación que daba a una avenida. Silvia me dijo esa noche que tenía que irme, o irse ella: ya no teníamos nada que hacer juntos. Le supliqué que dejara que probásemos de nuevo; estaba acostado a su lado y la abrazaba. Ella me dijo:
-¿Con qué finalidad? -Hablábamos en voz baja, a oscuras.
Luego Silvia se durmió y yo tuve hasta la mañana una rodilla pegada a la suya. Apareció la mañana como había aparecido siempre, y hacía mucho frío; Silvia tenía el pelo sobre los ojos y no se movía. En la penumbra yo miraba pasar el tiempo, sabía que pasaba y corría, y que afuera había niebla. Todo el tiempo que había vivido con Silvia en aquella habitación era como un solo día y una noche, que ahora terminaba por la mañana. Entonces comprendí que nunca volvería a salir conmigo entre la niebla fresca.
Era mejor que me vistiera y me marchase sin despertarla. Pero ahora tenía en la cabeza una cosa que preguntarle. Esperé, intentando adormilarme.
Cuando estuvo despierta, Silvia me sonrió. Seguimos hablando. Ella dijo:
-Es bonito ser sinceros, como nosotros.
-¡Oh, Silvia! -susurré-, ¿qué haré al salir de aquí? ¿Adónde iré?
Era eso lo que tenía que preguntarle. Sin apartar la nuca del almohadón, ella sonrió de nuevo, beatífica.
-Bobo -dijo-, irás a donde quieras. ¿No es hermoso ser libre? Conocerás a muchas chicas, harás todas las cosas que quieras. Te envidio, palabra.
Ahora la mañana llenaba el cuarto y sólo había un poco de calor en la cama. Silvia esperaba paciente.
-Tú eres como una prostituta -le dije- y siempre lo has sido.
Silvia no abrió los ojos.
-¿Estás mejor ahora que lo has dicho? -me dijo.
Entonces me quedé como si ella no estuviera, y miraba al techo y lloraba sin ruido. Las lágrimas me llenaban los ojos y corrían sobre la almohada. No valía la pena que se diera cuenta. Mucho tiempo ha pasado, y ahora sé que aquellas lágrimas mudas fueron la única cosa de hombre que hice con Silvia; sé que lloraba no por ella sino porque había entrevisto mi destino. De lo que era yo entonces no queda nada. Queda sólo que había comprendido quién sería en el futuro.
Luego Silvia me dijo:
-Ya basta. Tengo que levantarme.
Nos levantamos juntos, los dos. No la vi vestirse. Estuve pronto en pie, a la ventana; y miraba vislumbrarse las plantas. Detrás de la niebla estaba el sol, el sol que tantas veces había entibiado el cuarto. También Silvia se vistió pronto, y me preguntó si no me llevaba mis cosas. Le dije que primero quería calentar el café, y encendí el hornillo.
Silvia, sentada al borde de la cama, se puso a arreglarse las uñas. En el pasado se las había arreglado siempre en la mesa. Parecía abstraída y el pelo le caía continuamente sobre los ojos. Entonces daba sacudidas con la cabeza y se liberaba. Yo deambulé por el cuarto y recogí mis cosas. Hice un montón sobre una silla y de repente Silvia saltó en pie y corrió a apagar el café que se derramaba.
Luego saqué la maleta y metí las cosas. Mientras tanto, por dentro me esforzaba por recoger todos los recuerdos desagradables que tenía de Silvia: sus futilidades, sus malos humores, sus frases irritantes, sus arrugas. Eso me llevaba de su cuarto. Lo que dejaba era una niebla. Cuando hube acabado, el café estaba listo. Lo tomamos de pie, junto al hornillo. Silvia dijo algo, que ese día iría a ver a un tipo, a hablar de un asunto. Poco después dejé la taza y me marché con la maleta. Afuera la niebla y el sol cegaban.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El clavo en la pared, de Jesús Ortega

Creo que la primera vez que oí hablar de Jesús Ortega fue a raíz de hacerse eco del Manifiesto por el cuento. Entonces descubrí su blog: El clavo en la pared.

Su blog es posiblemente el más divertido, instructivo, surrealista y desconcertante de los blog dedicados al cuento en castellano. Por él pululan personajes como Declarado Demente, internado supuestamente en un sanatorio mental de Suiza (no será por sus razonamientos, de lo más acertados y nada superficiales), o escritores como Miguel Ángel Zapata (Menudos micros. Surrealismo en estado puro) y algunos otros que se enmascaran tras nombres como Bioiz o Valparaiso, además de amigos granadinos como Valeria y Cris. Cada entrada en ese blog es una invitación a la reflexión, trasciende el entendimiento para recalar, a veces, en un regenerante surrealismo o en una inflexión polarizada que genera un haz arco iris de luz discordante. Cualquier argumento es válido para iniciar un debate literario de profundidades abisales.

Conocí recientemente a Jesús Ortega en una de mis frecuentes visitas a Granada. Tuvimos una charla que nunca olvidaré y simpatizamos en muchos de nuestros gustos literarios y en la manera de enfocar nuestros comunes proyectos narrativos. A modo de despedida, intercambiamos escrituras.


El clavo en la pared (Cuadernos del Vigía, 2007), además del nombre de su blog, es el título de su libro de cuentos. Como no podía ser de otra manera, en esos cuentos está presente toda una tradición cuentística, desde Chéjov hasta Hemingway (así pone en la contraportada del libro, y así es en realidad). Los relatos que contiene el libro están llenos de pesadillas de la infancia, relaciones familiares o sentimentales no al uso, de magia, de secretos, de guiños al lector cómplice.

Dominan a mi entender tres aspectos en los cuentos de Jesús Ortega: el gusto por la trascendencia psicológica en sus personajes; la búsqueda de cierto surrealismo en la escritura (sin excesos, sin delirios. Así me explico yo lo del blog); y, fundamentalmente, el placer por recuperar ingenios literarios propios del cuento.

Así, en La segunda vez, uno de los cuentos que más me han gustado, podemos encontrar casi todos estos elementos (metaliteratura, secretos, infancia, magia, juegos psicólogos en los personajes). Es, además, una gozada dejarse llevar por una prosa envolvente, aunque te imagines qué es lo que va a ocurrir.

En El clavo en la pared, juega con el lector al tergiversando la psicología de los personajes, haciéndoles parecer lo que no son para descubrirnos la verdad al final; muestra su dominio de la teoría del iceberg y vuelve a recurrir a la familia como escenario de la trama.

En Bésame, otro de los relatos que se quedan marcados en la mente del lector, anuda lo mágico y lo secreto para crear una atmósfera en la que se pierde la realidad de alguien que no sabe andar sin pisar el suelo, que está atrapado en la vida diaria y no contempla ni una mínima rendija a la ficción.

Porque me siento identificado con el personaje y porque el título es ya, por sí solo, un micro, Los dedos del tiempo, será uno de los relatos que recuerde siempre. Yo también soy (he dicho soy, no “he sido”) "biblioclepta".

Una característica común en todos los relatos es que huye del llamado final explosivo. No busca sorprender al lector en la última línea. Se conforma con conmocionarlo, con dejarlo pensativo, al igual que su maestro y amigo, Andrés Neuman, en aquel maravilloso El último minuto.
Son algunos ejemplos del buen hacer de Jesús Ortega.

En el próximo libro, habrá muchos más, no lo duden.

viernes, 19 de diciembre de 2008

El listo, Kike Babas

Se jactaba, y no sin gracia, de las tangas que daba años ha a los guiris (o sea, todo el que no fuese del barrio) vendiéndoles tripis de palo. Les pasaba por 1.500 pesetas el recorte del indiecito que aparece dibujado en los paquetes de tabaco Lucky Strike de cajetilla dura. Qué lo mojasen mucho, que así subía más, les aconsejaba.

Los años le sacaron del trapicheo a destajo con desconocidos, pero aún conservaba ese punto tan suyo de hacerla en cualquier momento (a cualquiera que no fuese del barrio). Y así se jactó, a día de hoy, de la chupa de cuero que había robado ayer en aquel garito del centro.

Lo guapa que era la chupa. Lo listo que era él.

Le paró días después un policía de proximidad. Le cacheó a conciencia, registrando minuciosamente los múltiples bolsillos de su nueva chupa, cremallera por cremallera. Y apareció aquel bolsillo recóndito debajo del sobaco derecho. No dio crédito cuando sacaron de allí un paquete con 385 tripis, doblados en tiras sobre sí mismos, envueltos en una bolsa de plástico, como de golosinas. Cada cuatro cartoncillos formaban el dibujo de una diosa hindú.

No pensó en el marrón que se le venía encima, si no en esos tripis no descubiertos antes y por lo tanto no vendidos. La conciencia vino después, mientras se cagaba en la sangre de su mala suerte.

Le cayeron tres años. Al listo. Los indiecitos de Lucky se descojonaban.


Relato de Kike Babas incluido en su nuevo libro Dias de speed a falta de rosas.
Ilustraciones de Ramone (dibujante de casi todas las portadas de Extremoduro, Marea, etecé)
Próximo post en Bacovicious sobre la fiesta de Gruta 77 y lo que está generando HankOver / Resaca.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Primitivo ramo de orquídeas, libro de cuentos de Gilda Manso


La autora argentina Gilda Manso, ha publicado su primer libro de cuentos, Primitivo ramo de orquídeas, editado por Libros En Red.
El libro se puede conseguir en tres versiones: LIT, PDF (que son las versiones que ya están disponibles) y POD (impresión bajo demanda), para la que hay que esperar un par de semanas.

Quien quiera adquirir Primitivo ramo de orquídeas en cualquiera de sus versiones, o quien quiera curiosear, puede entrar aquí: http://www.librosenred.com/autores/gildamanso.html
Mucha suerte (acá decimos "mierda"), compañera.
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Media docena de balas - Gilda Manso*

Nació prematuro y al borde de la muerte. Vivió, sin embargo. Ya más grande pero aún niño, estuvo a punto de romperse la cabeza mientras intentaba cruzar a salto un pozo grande y profundo. Fue soldado en una guerra que le dejó como souvenir un balazo en una pierna, otro en el pecho y otro en un hombro; sin contar las cicatrices, salió ileso. En esa misma guerra pasó hambre y frío en cantidades dolorosas.Cuando finalizó la época bélica, pasó a trabajar como guardia personal del Presidente de turno. Sobrevivió a un intento de envenenamiento y a dos balazos más. Se enamoró de una mujer que ya tenía hombre y estuvo a un instante de fallecer de amor y de un balazo que le disparó el marido de la dama. Realizó una fiesta en honor a la media docena de balas recibidas, y durante el festejo se atragantó con un hueso de pollo que lo dejó sin aire muchos segundos.En su ancianidad, un cirujano logró desposeerlo por completo de un tumor para nada benigno.El día de su cumpleaños número 101, la Muerte volvió a mirarlo a los ojos. Lo contempló y lo vio demasiado viejo. La Muerte suspiró y antes de marcharse sola como vino le dijo
- Estabas destinado a morir joven.


*Cuento incluído en el libro “Primitivo ramo de orquídeas”.

HOY EN LEÓN: Novedades Eclipsados y Leteo


Dentro de las VIII Jornadas Leteo, la editorial Eclipsados y Ediciones Leteo presentan 5 libros recientemente publicados, firmados por cuatro autores leoneses y un barcelonés; el acto tendrá lugar esta tarde, a partir de las 20:00 horas en la biblioteca Azcárate (sita en la calle Sierra Pambley, 2).


Los autores y sus obras a presentar son ‘Mi vida en la penumbra’ de Vicente Muñoz Álvarez, ‘El empleo’ de Nacho Abad, ‘La cámara de niebla’ de Alfonso Xen Rabanal, ‘La carretera muerta’ de Gabriel Oca Fidalgo e ‘Imbécil y Desnudo’ de Rubén Lardín; los primeros en la editorial Eclipsados y el último en Leteo Ediciones.

Alfonso Xen Rabanal (León, 1967) es miembro fundador del fanzine literario Vinalia Trippers; publica habitualmente el blog titulado ‘Crónicas para decorar un vacío’.


Nacho Abad (León, 1980) publicó en 2001 su primer poemario, ‘De las palabras palomas’ (Diputación de León, colección Provincia, N 123). En 2006 publicó ‘Comunicado’ (Ed Leteo, Colección Azul de Metileno, N 14.) Es también autor del cortometraje documental ‘Tripulantes’.


Gabriel Oca Fidalgo, de quien ‘La carretera muerta’ es su primer libro, aunque ya está preparando próximos capítulos de su apasionante historia-vida...


Rubén Lardín (Barcelona, 1972) es autor de diversos libros de divulgación cinematográfica y ensayos culturales, ha comisariado exposiciones para el Salón Internacional del Cómic de Barcelona o la Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, ha sido miembro del equipo organizador del Festival Internacional de Cine Erótico de BCN y Jefe de Publicaciones y miembro del comité de selección del Sitges. Ha trabajado en radio y televisión, es firma frecuente en prensa y coautor de un par de guiones. Entre sus últimas ocupaciones se encuentran labores de script para la película ‘El orfanato’ y la traducción de autores como Charles Burns, Robert Crumb o R. Kikuo Johnson.


Vicente Muñoz (León, 1966) es editor del fanzine ‘Vinalia Trippers’, ha publicado poemarios, ensayos, antologías de relatos, y otras actividades; es un auténtico agitador cultural, inquieto y siempre dispuesto a embarcarse en nuevas aventuras.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Encuentro con Clara Obligado

Librería Tres Rosas Amarillas Madrid

La librería Tres rosas amarillas y la Editorial Páginas de Espuma te invitan a un encuentro con Clara Obligado, nuestra hada madrina en invierno, el día 18 de diciembre, jueves, a las 20 horas.




¡Te estaremos esperando en el diciembre más cálido!

martes, 16 de diciembre de 2008

AVISOS DE DERROTA, de OSCAR SIPÁN


Oscar Sipán es un fabulador nato, un hombre nacido para crear ficciones, una persona acostumbrada a ver la realidad con ojos de escritor, a deformarla, a divisarla desde perspectivas inusuales.

Hace un tiempo tuvo un gravísimo accidente de tráfico que le hizo replantearse su vida. Podría haber muerto y no hubiese hecho nada de lo que en verdad deseaba haber realizado. A partir de ese momento decidió apostarlo todo por lo que en verdad le llenaba: la literatura. Se dio un margen de un año para lograrlo. Hace ocho años de ello y, hasta ahora, está viviendo su sueño.

Oscar Sipán es un escritor clásico, hecho a sí mismo a base de lecturas, capaz de sacarle punta a cualquier tema porque tiene la facultad de ver más allá de lo que realmente hay en una realidad. De esa realidad, su realidad, obtiene el material de sus cuentos.

Avisos de derrota, su nuevo libro de cuentos surge de lo que el denomina tsunami sentimental, una ola gigante que arrasó su vida de nuevo hace dos años. Por eso el desamor presente en la mayoría de los relatos. Por eso los cuentos de Oscar Sipán contienen gotas de la esencia de su alma. Un alma buena, inquieta, que continuamente se cuestiona el mundo que le rodea. Los relatos son, de alguna manera, un exorcismo.

Contiene cuentos dotados de realismo mágico, como Il mondo mio, La jaula de Faraday, El sonido de matar y el sonido de morir o Memento mori. Son cuentos que nos muestran la realidad paralela, en la que introduce al lector con naturalidad, de modo fácil. Con lo complicado que es hacer parecer fácil lo difícil.

Tiene cuentos esféricos, con final cerrado y que golpean la mente del lector; y cuentos abiertos que dan que pensar. Trasciende una documentación propia de las personas curiosas, que le lleva a descubrir la chispa de inicio del relato, la semilla que lo contiene en su totalidad, que se revela en su cabeza.
La jaula de Faraday es una ficción preciosa que parte de alterar en un momento determinado la realidad de un suceso verídico. Nelson Marra gana un premio literario con el relato El guardaespaldas, cuyo personaje es un torturador de la policía política en un país latinoamericano. Juan Carlos Onetti es miembro del jurado que lo premia. La situación política del momento es complicada y la dictadura uruguaya se refuerza con el miedo. El 9 de febrero de 1974 Nelson Marra es detenido por haber escrito el relato. No será liberado hasta 4 años después, torturado, marcado para siempre por un cuento. Una vez en libertad, se exilia, primero en Suecia y luego en Madrid. Onetti es capturado en la misma fecha, por ser jurado de un premio literario que otorga el premio a Marra, y es liberado el 14 de mayo de 1974. Se exilia en España. Sipán altera la realidad y utilizando a Onetti como personaje, no premia el cuento de Marra. A partir de esos hechos surge la ficción. Es un homenaje a Marra y a Onetti, y me atrevería a decir que es un homenaje a la libertad de expresión y al poder de la literatura, a esa facultad que tiene la ficción de hacer ver la realidad, porque sin la ficción la realidad no existiría, como el yin no existe sin el yang, como no se comprende la bondad si no se opone a la maldad.

Otro relato en el que Sipán parte de hechos reales y circunstancias vividas es El dios de las camareras, con el que abre el libro. Aquí aprovecha un viaje en la búsqueda de los restos que queden en Moraira del escritor Chester Himes para narrar un desamor. Pero es más que eso. Sipán se muestra otra vez metaliterario, habla de lo que le gusta (la literatura) y de lo que le llama la atención en este mundo de lo narrativo, y todo eso lo adereza con una gota de su alma, porque esa historia de desamor es muy posible que sea la suya o se le parezca.

El sonido de matar y el sonido de morir es uno de mis relatos preferidos. Utiliza el flash back, alterando los tiempos reales de la narración y muestra un Sipán mágico que se repite en otros muchos de estos cuentos. En Cuarenta días de niebla, utiliza la misma técnica y cierra el relato de modo magistral.

Estamos, pues, ante un libro muy recomendable, con un autor asentado en una poética del cuento firme pero que no desdeña experimentar con distintas técnicas para lograr el objetivo de asombrar al lector. Un libro de cuentos que rinde homenaje a la literatura, a la magia de la ficción, y que se sedimenta en un desamor vívido que impregna casi todos los relatos.

Ya saben, hacer fácil lo difícil.


Esteban Gutiérrez Gómez, 2008


En unos días se publicará la entrevista realizada a Oscar Sipán con ocasión de la presentación de Avisos de derrota en la librería Tres rosas amarillas. La entrevista la podrán leer en su totalidad en la página de la Revista dedicada al cuento Al otro lado del espejo.


lunes, 15 de diciembre de 2008

LA CAMISA BLANCA


LA CAMISA BLANCA (relato inédito)

A Jesús Ortega

Apagué aquel chiflido infernal que hería mis oídos y me incorporé. Bajé de la cama, como siempre, por el lado derecho. Mis pies agradecieron encontrar en el suelo el tacto acolchado de la alfombra de lana. Se hundieron en ella cuando comencé a moverme. Sin contar los pasos y sin palpar las paredes caminé a lo largo de la cama, crucé por delante de ella y llegué al otro extremo, donde estaba el vestidor. Eva dormía a este lado de la cama sin casi respirar. Abrí la puerta de piano cien veces lacada y tanteé en busca del traje negro. Fue fácil una vez reconocido el marrón: un, dos, el tercero a la izquierda. Por si acaso palpé el pantalón en busca de la quemadura y allí estaba, como la costra de una herida. Lo dejé colgado en la silla del vestidor. Busqué la camisa blanca de seda. Después de la primera batida no logré reconocerla. Dudaba entre las tres últimas, el tacto era parecido: delicado, femenino, deliciosamente tierno. Deseché una que tenía doble abotonadura en el cuello (la de la boda pensé a la vez que se me dibujaba una sonrisa boba en la boca). Descolgué las otras dos. Una debía ser azul y la otra era la blanca. La situación comenzaba a impacientarme. Olí las camisas. Una de ellas desprendía aromas de lavanda (recién lavada, pensé), la otra desprendía un pequeño tufo a tabaco, a fiesta. Recordé. Intenté recordar. No había duda. Esa primera camisa era la que buscaba, la de seda blanca. Al ir a colocármela me sentí extraño, parecía que la camisa hubiese encogido y se hubiesen cerrado todas sus aberturas. No lograba encontrar los huecos de las mangas. Tras tres intentos maldije en un susurro bronco a Adolfo Domínguez y a la madre que lo parió.

Eva se levantó. Posó su mano caliente sobre mi hombro y me quitó la camisa de las manos. Abrió de nuevo el armario y sacó otra camisa. Me ayudó a colocármela, me la abotonó, me dejó sentado en la silla y volvió a la cama. No dijo nada.

Cuando despertó de nuevo ya debía haber amanecido y yo lloraba todavía sentado en la silla, en calzoncillos y con una camisa que olía ligeramente a tabaco de pipa y a sal. Recordaba con dificultad, entre hipos apagados, colores que ya no podía ver.
Texto: Esteban Gutiérrez Gómez
Fotografía: Desnudo con linterna, del fotógrafo esloveno Evger Bavcan que, al igual que el personaje del relato, es ciego.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Al otro lado del espejo, la Revista Literaria del Cuento


CUENTOS
RELATOS
Y OTRAS
BREVES
VERDADES







Es un proyecto que surgió del Manifiesto por el cuento,
impulsado por Gsús Bonilla , José Naveiras
y la buena gente de La Vida Rima.

La revista Al otro lado del espejo tiene dos vertientes: la digital, ya en marcha (http://alotroladodelespejorevista.blogspot.com/); y la versión en papel que será cuatrimestral y en la que se publicarán algunas de las narraciones que recojamos y se publiquen en el blog. La filosofía de la misma es dar a conocer gente nueva, que no haya publicado todavía o esté en ello. Dar un empujoncito.

El número cero comenzará su andadura a primeros de año. Para que ello ocurra,necesitamos que nos hagáis llegar vuestros cuentos o microrelatos antes del día 10 de Enero de 2.009.
Así nos dará tiempo a seleccionar algunos y, con ayuda de fabulosos ilustradores y un gran maquetador, dar vida propia a este proyecto.

envio de originales a
revista.alotroladodelespejo@gmail.com

Los cuentos y microrelatos, que serán originales (de eso se responsabiliza cada uno), tendrán una extensión máxima de dos DIN A-4 por una sola cara (cuento) y 200 palabras (microrrelato), escritos a 1,5 espacios en letra Times New Roman de 12 ptos.

Cada autor podrá enviarcuantos cuentos o microrrelatos crea conveniente,aunque su envío no compromete a esta Redacción a su publicación. No obstante entrarán a formar parte de nuestro archivo de originalespara próximas ediciones, previo consentimiento vuestro.

Me gustaría que participaseis enviando algunas de vuestras narraciones.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Presentación de "Avisos de derrota" , de Oscar Sipán

ONAGRO EDICIONES

TE INVITA A LA

PRESENTACIÓN EN MADRID DE


AVISOS DE DERROTA
De Oscar Sipán


JUEVES 11 DE DICIEMBRE, A LAS 20 HORAS,

LIBRERÍA TRES ROSAS AMARILLAS C/ San Vicente Ferrer 34; 28004 Madrid

AVISOS DE DERROTA

“Llevábamos más de una década juntos. Entre los dos habíamos derrocado la figura de un padre enfermo de soriasis y de locura, habíamos superado los desórdenes de la adolescencia, el vértigo a vivir, el pánico a casi todo, habíamos enterrado seres queridos y trabajos absurdos, habíamos perdido el norte y la virginidad. Y ahora nos encontrábamos al final de algo, escudándonos en las malas rachas y en el estrés, achicando agua de un barco que se hundía por varios frentes. Le teníamos miedo a la soledad y le teníamos miedo a la vida en otros brazos, compañeros de piso portadores de esa apatía doliente de los que no viven ni dejan vivir, dummies esperando el próximo muro contra el que estrellarse, hormigas extrañas guardando provisiones de odio para el invierno”.

Óscar Sipán (Huesca, 1974) ha publicado cuentos en diversas revistas de ámbito nacional e internacional y ha sido galardonado en numerosos certámenes literarios. Autor de los libros Rompiendo corazones con los dientes (Premio de Narrativa Odaluna 1998, Edisena), Pólvora Mojada (XVII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal 2003, Diputación de Zaragoza), Leyendario. Monstruos de agua (2004, March Editor), Escupir sobre París (2005, March Editor), Tornaviajes (2006, Tropo Editores), Guía de hoteles inventados (IX Premio de Libro Ilustrado 2007, Diputación de Badajoz) y Leyendario. Criaturas de agua (Libro mejor editado en Aragón 2007, Tropo Editores).

Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas”.

Frank Clark




Y próxima entrevista y reseña para El Laberinto de Noé y para la revista Al Otro lado del espejo, dedicada a la ficción breve.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Haroldo Conti, Cuentos completos

¿Existen las casualidades? Yo no creo en ellas, pero deben existir. Los dos últimos libros de relatos que acabo de leer tienen un punto en común. No es un punto cualquiera de sus esferas, es el punto, el aspecto más sobresaliente de ambas: su extensión descriptiva. Tanto los relatos de Jon Bilbao como los cuentos de Haroldo Conti tienen una profusión de imágenes en su narración. Tantas y tan buenas son esas descripciones, que se acercan a lo cinematográfico. En muchos de los cuentos, Conti hace del paisaje, como Jon Bilbao, el verdadero protagonista de los mismos. Y existe un paisaje recurrente: el río. En los primeros relatos y en los últimos, el río y las historias que por él transitan, es el verdadero personaje.

Estos veintitrés cuentos están ordenados cronológicamente, por lo que Haroldo Conti cierra el círculo literario –¿presumía que todo se acababa, la vida y, por tanto, la literatura?– con las narraciones sobre el río. Estas narraciones contienen elementos vívidos, su mundo interior marcado en su infancia. Esta narrativa está muy cercana al denominado realismo mágico. Narraciones hipnotizantes de mundos nebulosos, personajes marcados y anhelos de progreso. Cuentos como “Todos los veranos” o “Marcado”, destacan en este grupo.

El cuerpo central de los cuentos lo dominan los cuentos más sociales, insertos en la militancia política del autor en su Argentina del alma. Destacaría “Como un león” que describe los suburbios de los poblados mineros y las historias que se tejen en ellos.

Uno de mis cuentos preferidos, él único en el que el autor se permite usar la ironía y el más breve, es “El último”.

El prólogo de la obra es de García Márquez (La última y mala noticia sobre Haroldo Conti) y es una delicia.

Ediciones Bartleby, ha hecho un excelente trabajo recuperando esta joya narrativa.

Ficha:

Haroldo Conti
“Cuentos Completos”
Bartleby, 2008




Haroldo Conti (1925-1976?) fue novelista, maestro de escuela primaria, profesor de latín, empleado de banco, piloto civil, nadador, navegante y guionista de cine.

Nació en 1925 en Chacabuco (provincia de Buenos Aires, Argentina). Estudió y se graduó en filosofía. Se casó dos veces, con una de sus parejas vivió en Buenos Aires junto a sus dos hijos.

Conti tenía adoración por el Delta del río Paraná, es por eso que pasaba mucho tiempo en su casa del Tigre y en algunas de sus obras (por ejemplo Sudeste) la descripción del gran río, las islas y los otros ríos y canales de la región tienen un papel importante. En sus cuentos menciona frecuentemente lugares de su ciudad natal, Chacabuco, y a su vez, describe con mucha exactitud personajes reales reconocidos en la ciudad, como a Bimbo Marsiletti, y a su tío Agustín Conti a quien le dedicó "Las doce a Bragado", cuento que aún hoy tiene mucha repercusión en Chacabuco.

En 1956 publica la pieza de teatro Examinado. Cuatro años más tarde recibe un premio de la revista Life por su relato La causa. En 1962 gana el premio Fabril con su primera novela, Sudeste, y se convierte en una de las figuras de la llamada «generación de Contorno».

Publica después las novelas Alrededor de la jaula (Premio Universidad de Veracruz, México, luego llevada al cine por Sergio Renán como Crecer de golpe) y En vida (Premio Barral, España, cuyo jurado integraban Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez) y los libros de cuentos Todos los veranos (Premio Municipal de Buenos Aires), Con otra gente y La balada del álamo carolina. Colabora con la revista Crisis. En 1975 publica la novela Mascaró, que gana el Premio Casa de las Américas (Cuba).

El 5 de mayo de 1976, tras el golpe militar en Argentina, fue secuestrado. Su nombre figura entre los desaparecidos. Cada año se conmemora en esa fecha el Día del Escritor Bonaerense en honor a su memoria.


EL ÚLTIMO
Un buen día me hice un vago. Así como lo oyen. No sé cuándo empezó pero aquí me tienen, tumbado a un costado del camino esperando que pase un camión y me lleve a cualquier parte. Ustedes deben haber visto un tipo de esos desde la ventanilla de un ómnibus o del tren. Pues yo soy uno de esos exactamente y puedo asegurarles que me siento muy a gusto. Cualquiera de ustedes dirian que solamente al último de los hombres se le puede ocurrir tal cosa. Soy el último de los hombres. También eso. Lo que posiblemente a nadie se le pase por la cabeza es que alguien pueda ser feliz justamente siendo el último de los hombres. Ni siquiera a mí mismo se me hubiera ocurrido hace un tiempo, cuando, dentro de mis alcances, luchaba con todas mis fuerzas para estar entre los primeros. Pero no es eso lo que quiero decir, al menos por ahora.

Me preguntaba sencillamente cuándo empezó. Éste es un hábito que me queda de la otra vida, es decir, la vida de ustedes porque qué puede importarle a un verdadero vago cómo y cuándo empezó cualquier cosa. El día que se me quite esta costumbre habré alcanzado la perfección pero comprenderán ustedes que no puedo proponérmelo porque, ante todo, un vago no se propone nada, de manera que lo mejor es dejar así las cosas.
Mezclando un asunto y otro, lo mismo me pregunté el día que, del brazo de Margarita, mis manoseos en Parque Lezama, que entonces no tenía esas malditas luces de mercurio que le alumbran a uno hasta el pensamiento, me encontré frente a un cura. Tal vez la cosa empezó ahí. No quiero decir que me tomara desprevenido pero de cualquier forma con el tiempo pareció que había sido así. Entonces me estaba preguntando cómo y cuándo fue que empezó aquella vida de perro. No es que hubiese dejado de querer a Margarita.
Supongo que tampoco ella había dejado de quererme, a su manera. Pero justamente era esa podrida manera lo que me tenía desconcertado. Bastara que yo dijera blanco para que ella dijera negro. De saberlo un poco antes yo también habría dicho negro aunque estoy seguro de que eso tampoco habría servido para nada porque lo más probable es que entonces ella hubiese dicho blanco. Así era Margarita y no le guardo rencor.
Quiero que comprendan esto. No le guardo rencor a Margarita ni a toda esa puta vida, como se dice vulgarmente y para abreviar. En ese caso no sería un verdadero vago, si bien tampoco lo soy del todo, aunque por otro motivo, como queda dicho.
¿Me creerán ustedes si les digo que, a pesar de todo, conservo muy buenos recuerdos de aquel tiempo? Yo era feliz, también a mi manera, y si aquello terminó es porque no podía pasar otra cosa. Quiero decir que mis pies apuntaban en una dirección y los de ella en otra y la tristeza habría sido seguir juntos cuando cada uno tenía su camino por delante. En cuanto a ella, es posible que a estas horas esté maldiciendo al tipo aquel que se le cruzó un día en el camino, lo cual es muy propio de Margarita. Si dejara de hacerlo pues simplemente dejaría de ser Margarita. Eso es lo que trato de decir. Cada uno es una flecha lanzada en una dirección y no hay como dejarse llevar para acertar en el blanco, cualquiera sea.
Hablando con estricta justicia más bien fue Margarita la que se me cruzó en mi camino y no yo en el de ella. Sin embargo, estoy dispuesto a reconocer que fue una simple coincidencia. Por coincidencia tomábamos el 48 a la misma hora, por coincidencia bajábamos en la misma esquina y, supongo que por coincidencia, un día me atravesó una de sus piernas entre las mías. En fin, otro día la acompañé hasta la casa y por coincidencia estaba el viejo en la puerta. Cuando quise acordarme estaba adentro tomando una copita de anís y hablando de la decadencia de las costumbres, un tema, como se ve, que puede terminar en cualquier cosa. En aquel tiempo yo era hincha furioso de Estudiantes de La Plata, cosa que todavía hoy no me explico. Los domingos iba a la cancha con toda la bosta en el camioncito de los hermanos Antonelli. La bosta fue lo que dijo Margarita el primer domingo después de casados que traté de ir a la cancha. Jugaban Estudiantes y Chacarita, lo recuerdo aunque no viene al caso. Hasta entonces la bosta habían sido "los muchachos", cariñosamente. Inclusive llegó a tejerme una bufanda con los colores de Estudiantes. Esto es lo que se dice astucia femenina pero yo digo simplemente la vida.Dije adiós a la bosta y me puse a trabajar como un condenado a trabajos forzados. Soy un tipo optimista por naturaleza, como ustedes habrán visto, de manera que con el tiempo hasta a eso le encontré el gusto. Los demás tipos, es decir, la verdadera bosta, gemían y crujían a mi alrededor. Yo en cambio pateaba alegremente la calle primero vendiendo seguros de La Agrícola y después caminos, esteras y carpetas de formio, coco y sisal. Los sábados me la pasaba cambiando los muebles de lugar, tapando las manchas de humedad y escuchando en todo momento los reproches y maldiciones de Margarita. Yo no escuchaba las palabras sino simplemente la voz y por inexplicable que les parezca esto me ponía más bien contento porque Margarita era algo vivo e intenso que me obligaba a tirar para adelante cuando los demás hacía tiempo que estaban muertos.
Los domingos íbamos a comer a lo de los viejos y por la tarde veíamos la tele hasta que se nos saltaban los ojos. He oído muchas cosas contra la tele pero yo digo que es el mejor invento de la bosta. Por de pronto era la única manera de callar a Margarita. Entonces la sentía más viva e intensa, sólo que en otro sentido. Si no había manera de entendernos el resto de la semana en aquel momento nuestros cuerpos se acercaban misteriosamente y éramos una sola y misma cosa pendientes de aquel agujero en la pared. El agujero que digo era la tele, como se comprende, y convendrán ustedes en que es una imagen bastante feliz. De cualquier forma, ésa era la impresión. Bastaba con girar la perilla y entonces se abría aquel boquete en el mísero departamento de la calle México, 5 piso "C", al lado del ascensor, que no funcionaba la mitad de las veces, y el mundo se derramaba alegremente por allí.

Ahora que lo pienso, tal vez la cosa empezó recién entonces. Yo me quitaba los zapatos en la penumbra, me aflojaba el cinturón y al rato estaba en las islas Marquesas, por ejemplo. Como dije las Marquesas pude haber dicho Hong Kong o Miami o el fondo del mar. En un par de horas saltaba de un lado a otro e inclusive de un tiempo a otro. Randall, Peter Gunn, Kentucky Jones, Maverick y hasta Gorila Maguila me resultaban tan familiares como mi viejo o mi vieja, por así decir, porque en realidad nunca entendí a mi vieja y apenas si conocí a mi padre. Hablábamos de ellos con Margarita como si vivieran en la misma cuadra y algunas veces les hablaba a ellos mismos, como si pudieran oírme. Opino que son todos unos grandes tipos, los verdaderos grandes tipos que se necesitan y no esos pelmas que salen en los diarios todos los días, y sinceramente me felicito de que los domingos se asomaran por aquel agujero para hacernos ver las cosas tal cual son.

En cuanto a los avisos, que para muchos resultan la cosa más estúpida del mundo, nos divertían como locos. No sé qué sentido tiene pretender que nos echen un discurso con citas de algún gran tipo para vendemos una pasta de afeitar o un frasco de café instantáneo. Las cosas hay que tomarlas como son. Eso es lo que siempre he dicho. Para nosotros, en cambio, aquello fue una verdadera revelación. Yo, por lo menos, aprendí a apreciar las cosa recién entonces y hoy me parece perfectamente natural que una lata de tomates le hable a una cacerola a presión y que un reloj con voz de pito nos avise el momento de tomar tal o cual pastilla para la digestión.

Quiero decir que las cosas están llenas de vida, o por lo menos muertas o vivas en la medida que nosotros estamos muertos o vivos, y que mis zapatos tienen algo que decirme con sólo que les preste un poco de atención. Que es lo que hago, justamente, cuando no sé para dónde tirar el primer paso.A Margarita le gustaba acompañar los jingles, mientras yo le hacía una especie de contracanto, y por lo que recuerdo fue la única ocasión en que oí cantar a Margarita. Por lo que a mí toca, muchas veces pateando la calle con las muestras de aquellas benditas esteras y carpetas y el mundo que se ponía realmente negro me bastaba con silbar una de esas musiquitas y el cielo se abría en alguna parte.

En fin, que todo eso también terminó. Margarita le tomó fastidio a Mike Hammer que, según ella, en el fondo era un fascista hijo de puta y a mí que se me dio por defender al tipo como si fuera mi hermano. Total que un día, mientras volaban los tiros de un lado a otro detrás del agujero, Margarita le zampó la plancha justo en el medio. El televisor, es decir, el mundo saltó en mil pedazos y al principio creí que uno de los tiros me había volado la cabeza. Herido como estaba, tomé lo primero que encontré a mano, creo que uno de esos ceniceros hechos con un pistón recortado, y se lo tiré a la cabeza con tan buena puntería que cayó al suelo como si la hubiera tumbado un rayo. Todavía humeaba el televisor y ya estaban allí los viejos, el administrador y un cabo de policía con cara de patíbulo que parecía salido de la propia televisión.

Cuando volví de la 2a el administrador todavía estaba allí, o simplemente estaba de nuevo allí. Es un detalle. Lo que me interesa señalar es que había llegado la hora de que cada uno echara a andar para su lado, sólo que en ese momento no me di cuenta. De todas maneras fue lo que pasó. La vida decide por uno las más de las veces y todo lo que queda por hacer es preguntarse un tiempo después cómo y cuándo empezó, lo que sea.

Por esos días, y ésta es otra señal, quebró el tipo de las esteras y quedé en la calle, lo cual es un decir porque nunca había salido de ella. Las cosas iban tan mal entonces que en lugar de amargarme más bien me alegré. Sea lo que fuere que me reservara la vida nunca iba a ser peor de lo que había sido hasta entonces. Cuando uno siente deseos de darse la cabeza contra la pared ése es el momento preciso para las grandes cosas porque uno en realidad está tan limpio y vacío como si acabara de nacer.

Claro que yo no pensé en eso. Eché mano de un par de diarios y en una página de los clasificados topé con el siguiente aviso: "Joven emprendedor con experiencia comercial para importante negocio". Allí estaba el destino. Me corté el pelo a la americana, me puse un saco sport con cueritos y al rato estaba golpeando en la puerta de una oficina en el segundo patio de una especie de gallinero en la calle Lima y que a primera vista no tenía el aspecto de un negocio ni de otra cosa importante sino más bien de una pocilga.

Me atendió un tipo parecido al de "Patrulla de caminos" que sin mirarme siquiera dijo: "Usted es el hombre!" y se puso a hablar sobre el futuro, un futuro que no sé muy bien a quién correspondía, en todo caso a la humanidad en general y como tal proporcionalmente a mí también. Cualquier otro se habría dado cuenta de que el tipo estaba medio chiflado, por no decir del todo.

En realidad eso me pareció a mí también pero en lugar de largarme como hubiera hecho cualquiera de ustedes en su sano juicio ya que nada bueno podía salir de allí, en el sentido de la bosta, me quedé escuchando al tipo tal vez por eso mismo. Quiero decir que esta clase de chiflados son justamente la sal del mundo sólo que la bosta se da cuenta demasiado tarde.

El tipo hablaba como un profeta. Nunca he oído hablar a un profeta, por supuesto, pero me figuro que deben hacerlo así.

Según me pareció se trataba de fundar una sociedad nueva a partir de la venta de lotes en mensualidades. Digo que me pareció porque, como siempre, yo más bien le prestaba atención al sonido de la voz y al aspecto general del fulano. Tal vez las cosas que decía no tuvieran mucho sentido pero igual era hermoso oírlas porque en medio de toda la roña sencillamente había un tipo que creía en algo distinto de lo que cree el resto de la bosta.Cuando terminó el discurso sacó un plano que extendió sobre el piso y comenzó a explicarme el aspecto más vulgar del asunto. Se trataba de unos lotes en San Vicente con el pomposo título de Barrio Parque "La Esperanza". Según el tipo aquélla era la tierra del futuro y estoy seguro de que estaba en lo cierto porque, como decía mi viejo, si hay algo que tiene futuro es la tierra, cualquiera sea. Solamente se trata de esperar el tiempo necesario. Lo digo aun de esta tierra en la que estoy echado y que, por ahora, no es más que polvo y silencio. Día vendrá. ..

¿Pero para qué hablar del día que vendrá? Es el estilo que me contagió el tipo. Lo arreglaba todo con el día que vendrá.

Cuando le pregunté cuánto me tocaba en todo eso, no del futuro, se entiende, sino de lo que pagarían por él me echó otro discurso. Yo lo miré a la cara y comprendí en el acto que era el destino el que me hablaba a través de aquel chiflado. De manera que tomé los planos, boletas y folletos que me dio y salí a patear la calle como si esta vez tirara de mí una fuerza desconocida y cada paso que diera de ahora en adelante fuese a abrir un camino entre la gente.Al domingo siguiente fuimos a San Vicente en una "banadera" que cargamos con los candidatos que habíamos juntado entre Requena y yo. Requena se llamaba el tipo. La mitad de los candidatos iban porque no tenían nada que hacer y seguramente habrían ido al mismo culo del mundo con tal de viajar de arriba. Antes de partir, desde la plaza Congreso, Requena enarboló una especie de estandarte e improvisó un breve discurso sobre el futuro, el día que vendrá y todas esas cosas. Los tipos quedaron desconcertados y uno preguntó si detrás de eso no estaban los comunistas. De cualquier forma subieron a la "banadera", Requena colgó el estandarte de un costado y zarpamos alegremente hacia esa tierra de promisión.

Aquello era un desierto. Me refiero a los terrenos. Sólo faltaba un par de camellos y no me hubiera sorprendido que aparecieran en cualquier momento. La mitad de los tipos ni siquiera quiso bajar a cambiar el agua. Yo vi tan pronto como los otros que era un verdadero desierto y que lo seguiría siendo aún por mucho tiempo pero el sur me tiró siempre y la tierra pelada y vacía me llena de ansiedad, aunque no está bien dicho ansiedad, ni entusiasmo, ni ninguna otra cosa de las que ustedes dicen en tales casos.

Es algo distinto. Yo sé que entre ustedes hay muchos que esperan el día, que quisieran sacudirle un puntapié a la vieja o al jefe o al primer botón que se les cruce en el camino y por eso me permito un consejo. No hagan nada de eso. No lo van a hacer de todas maneras. Vengan y miren la tierra vacía, así como la veo yo ahora, y tal vez las cosas les dejen de dar vueltas dentro de la cabeza y echen a andar por su camino.

En ese sentido Requena tenía razón. Aquélla era la tierra del futuro, por lo menos para mí. De manera que eché a andar detrás del estandarte sin importarme un pito los tipos que quedaban en la "banadera". No tenían ni ojos, ni oídos.

Requena plantó el estandarte en medio del campo y se puso a hablar. El viento traía y llevaba su voz y al rato nos pareció que hablaba la misma tierra. Así era aquel tipo. Yo sé que estaba solo y que en el fondo le importaba muy poco de nosotros porque sencillamente no necesitaba de nosotros ni de nadie y veía con claridad dónde ponía los pies. Mientras hablaba empezamos a ver que brotaban de la tierra casas, torres, fábricas, negocios, una estación del Roca, un supermercado, dos escuelas, cuatro edificios en torre y un lago artificial.

Cuando terminó, los tipos siguieron haciendo cálculos y suposiciones por su cuenta y al rato había una usina, un cuartel, dos hospitales, un matadero, un frigorífico, un canal de televisión, un monumento a San Martín y por lo menos cuatro Bancos. Vendimos 15 lotes en total. Tres mil quinientos en la mano y 24 cuotas de mil. En los meses que siguieron vendimos otros 30 pero llegó el invierno y con las primeras lluvias un arroyito de esos que nunca faltan se salió de madre y de la noche a la mañana el desierto se transformó en un lago, casi en un mar interior. La policía tuvo que sacar en un bote a un tipo que había levantado una casilla.

De la calle Lima nos mudamos a la calle Piedras. De Piedras a Bolívar. De Bolívar a Golfarini, que en realidad es una calle que no existe. Su verdadero nombre es Giuffra pero todo el mundo la conoce por Golfarini. Para Requena era una cosa u otra según los casos. Golfarini cuando tenía que cobrar y Giuffra en todos los demás. Les digo, de paso, que si quieren conocer una calle de la vida vayan alguna vez por ahí.

A todo esto yo apenas si pisaba el departamento de México. Estaba todo el día en la calle o en uno de esos desiertos que loteaba Requena, marcando calles o clavando banderitas o plantando un letrero y atendiendo al mismo tiempo a los tipos. Era una vida vagabunda. Sólo que yo no era un vago propiamente dicho sino como un tipo perdido, hasta que tomara la medida justa de la tierra. Dormía en cualquier parte y comía salteado. Eso puede desmoralizar a cualquiera, para mí, en cambio, fue un gran aprendizaje. Uno duerme y come más de la cuenta.

No me voy a poner en moralista ahora. Precisamente estoy echado sobre la tierra hace un par de horas sin hacer nada, como no sea pensar en esto que les digo. Además aunque no estuviera tirado aquí tampoco haría nada. En el sentido de la bosta, se entiende. De manera que soy el menos indicado para echarles un sermón, aparte de que me importa un queso. Pero quiero poner las cosas en su lugar. Hay que dejar que el cuerpo se maneje solo y no estarle todo el día encima. En ese caso se vuelve un estorbo y nos planta cuando todavía nos quedan un par de cosas por hacer. Eso fue lo que aprendí entonces. Cuando menos atención le prestaba más liviano y alegre se volvía. Es justo el cuerpo que necesita un vago.

Las pocas veces que aparecía por mi casa (para llamarla de algún modo) entraba o salía el administrador. Sigue siendo un detalle. Margarita había dado vuelta el televisor contra la pared y no se habló más del asunto. En realidad tampoco hablábamos de otra cosa. No parecía guardarme rencor sino que se mostraba más bien solícita. Tal vez yo hubiera preferido que me regañara porque así me resultaba casi una desconocida, pero no tiene importancia. Cenamos una vez en casa del administrador y otra el tipo cenó en la nuestra. Ambos se interesaron juiciosamente en mi nueva vida y, supongo que por casualidad, también ellos hablaron del futuro. A cada rato nos mirábamos y sonreíamos. Dimos vuelta el asunto de todos lados pero la verdad que no daba para mucho.Lo de Requena tenía que terminar tarde o temprano, si es que iba a seguir mi camino. Fue por la venta de unos lotes en Garín. Trescientos veinte fabulosos lotes, 2a serie, barrio Los Tilos, sobre ruta pavimentada, 3 cuotas de anticipo y posesión 3 cuotas más. Los tilos brillaban por su ausencia y la ruta pavimentada era sólo un proyecto del año 34, pero de cualquier forma los lotes eran muy buenos. En una sola tarde vendimos 54 lotes. Yo mismo compré uno de tan entusiasmado que estaba con lo que decía. Y eso fue lo que me salvó. Los lotes eran buenos, como dije, pero resulta que ya habían sido vendidos en un loteo anterior. Cuando cayó la taquería estaba solo en la oficina y me salvé por un pelo porque, perdido por perdido, les mostré la boleta y les dije que era uno de los candidatos.No sé qué se habrá hecho de Requena pero donde quiera que esté allá va la vida. Era un gran tipo, a pesar de todo, y estaba vivo de la cabeza a los pies. Al principio, después que me largué solo, si alguna vez me sentía descorazonado pensaba en Requena y las cosas volvían a sonreír. Yo sé que debe estar en alguna parte sobre esta misma tierra hablando sobre el futuro y el día que vendrá y espero toparme con él un día de éstos, en la primera vuelta del camino.Había llegado mi momento. Con la poca plata que pude arañar en los bolsillos me compré una bicicleta de paseo. Ustedes se preguntarán qué tiene que ver en esto una bicicleta. Si quena largarme todo lo que debía hacer era tomar el primer camino que se me pusiera por delante.
Tienen razón. Sin embargo todavía estaba lleno de dudas y vacilaciones, es decir, en el fondo aún tomaba en cuenta a la bosta. De manera que me compré una bicicleta, como digo, le reforcé el cuadro, le alargué el portaequipaje, me conseguí un equipo de boyscout, me saqué una foto e hice imprimir un centenar de hojas en las cuales anunciaba mis propósitos, daba una serie de detalles sobre la bicicleta, fijaba metas y objetivos, recomendaba el uso de gomas Pirelli, por lo cual me habían pagado unos pesos, y terminaba con un par de consejos que saqué de un libro titulado La mansedumbre de las flores que me había regalado Margarita cuando andábamos de novios, seguramente para impresionarme.

Cuando estuve listo le anuncié mis proyectos a Margarita para ver la cara que ponía.

Contra lo que esperaba, le pareció la mejor idea que había tenido en toda mi vida. Entre ella y el administrador me ayudaron a terminar lo que faltaba, me proveyeron de vituallas y dinero, me sugirieron rutas prolongadas y desconocidas y, por fin, una neblinosa mañana de abril me despidieron junto con un grupito de curiosos que se había reunido en la vereda. Di una vuelta a la manzana seguido por un par de chicos y cuando pasé frente a la casa Margarita ya había desaparecido. Levanté una mano de cualquier forma y dije adiós a aquella vida.

No voy a contarles los pormenores del viaje pero, en general, la pasé bien y todavía le estaría dando a los pedales si no fuese que estaba hecho para otra cosa. Es necesario que entiendan esto. Tengo en un gran concepto a los andarines, exploradores, raidistas y demás gente por el estilo, pero un vago es otra cosa. No establezco comparaciones. Son algo distinto, simplemente. Desde afuera parece todo lo contrario. Por eso comencé yo en esa forma, porque veía las cosas desde afuera.

Por un tiempo me encontré a gusto con aquella vida. La gente me trataba bien. No me tomaba muy en serio pero estoy seguro de que más de uno habría cambiado su maldita jaula por mi bicicleta Alpina. A ése le digo que todavía está a tiempo.

Allá iba yo silbando y pedaleando y el mundo tiraba de mí alegremente. Hasta que un día la verdad me golpeó en la cabeza, así de rápido y simple. Y fue el día que vi un verdadero vago tumbado al costado del camino. Estaba echado así como yo en este momento y aunque seguramente era la única persona que veía en mucho tiempo no se le movió un pelo cuando pasé junto a él arrastrando una nube de polvo. Sin embargo me bastó mirarlo a los ojos y comprendí en el acto. Yo iba de un punto a otro, él sencillamente estaba tumbado en el centro del mundo. Quiero decir que para mí las cosas se resolvían en distancias, estaban más o menos lejos y yo más o menos cerca, pero por mucho que me moviera no iban a cambiar demasiado.

No pretendo que me comprendan, pero con sólo que hagan un esfuerzo sabrán lo que digo. Algunos, por supuesto. Los que todavía están vivos pero con el agua al cuello.

Vendí la bicicleta en el primer pueblo que me salió al paso y volví al camino nada más que con lo que tenía puesto. Desde ahí arranca mi verdadera historia porque en cierta forma acababa de nacer. No les voy a contar esa historia porque sólo tiene sentido para un vago.

Veo una nube de polvo en la punta del camino. Debe ser un camión.

Solamente les digo esto. No tengo nada, de manera que tampoco tengo de qué preocuparme, lo poco que recuerdo, en los términos de ustedes, lo recuerdo como si fuera de otro y si miro para adelante pues sencillamente no espero nada, lo cual es la mejor manera de estar preparado para lo que sea. Debiera explicar lo que entiendo por estar preparado porque es un término más bien de ustedes pero no vale la pena y además el camión está cerca.

Es un camión, efectivamente.

Mi cuerpo se pone de pie liviano y contento. Es la ventaja que les decía. Eso me tiene constantemente de buen humor o a lo sumo de un humor melancólico, lo cual me ayuda a pensar en todas estas cosas que me enseña el camino. Estoy limpio y vacío en medio de él, de manera que siento la tierra como nadie podría hacerlo en este momento, excepto otro vago.

El tipo me debe haber visto y tal vez se alegre porque viene solo. Extiendo mi admiración por los raidistas a los camioneros también. Por lo menos cuando están en el camino se parecen más a nosotros que a ustedes. Lo digo sin rencor.

No sé a dónde me llevará ese camión ni qué será de mí el día de mañana. La verdad que el día de mañana no existe para mí y creo que por eso me siento vivo.

Levanto la mano y el camión se detiene.

Hace un rato era una mancha borrosa al extremo del camino. Sé que en este punto mi vida se cruza con la del tipo que trae encima y que a partir de ahora me nace otra vida, por así decir. Sé también que como estoy limpio y vacío le sacaré todo el gusto posible.

Así una vez y otra vez.

El tipo abre la puerta y agita una mano.

¡Allá voy, donde sea!

viernes, 5 de diciembre de 2008

Entrevista a Jon Bilbao




Jon Bilbao es el autor del momento.
Su libro de relatos Como una historia de terror está siendo acogido con excelentes críticas.
Ha conseguido, además, el prestigioso Premio Ojo Crítico de Narrativa 2008.
Su propuesta literaria sorprende y atrapa.
Sobre este nuevo libro charlamos con él.




Esta es una entrevista centrada en Como una historia de terror, tu nueva propuesta narrativa. Lo primero que me llama la atención son las descripciones. ¿Qué valor tienen las descripciones en este conjunto de relatos?
Me gusta que los personajes no floten en el aire, que tengan un decorado sólido donde moverse. Cuando me planteo una historia una de las primeras cosas que trato de visualizar es precisamente ese decorado, aunque luego no lo plasmo totalmente al papel porque muchas cosas no son necesarias y la lectura se haría farragosa, pero sí quiero proporcionar al lector unas coordenadas claras. Por otra parte, en general trabajo con ambientaciones que, si bien no llegan a ser “un personaje más”, sí que tienen una influencia importante en el comportamiento de los personajes. Esto, el detenerme en la ambientación, puede que se salga de la ortodoxia clásica del relato, ortodoxia quizá mal entendida, en la que todo tiene que ser muy enjuto, ir muy al grano, que no haya nada de grasa. Es una ortodoxia contra la que personalmente me rebelo.

Bueno, la riqueza en las descripciones no deja de ser un método muy Cheever, por poner un ejemplo.
Totalmente. Esa ortodoxia de la que hablo, que se da bastante en la literatura en castellano, me parece una interpretación errónea, por lo literal, de la anécdota del clavo de Chejov: eso de que todo tiene que tener un propósito y debe haber una sorpresa al final. Y está muy bien, pero también pueden hacerse cosas diferentes aplicando al relato técnicas propias de la novela corta o de la novela a secas. Esto es algo que me interesa mucho y con lo que he jugado en este grupo de historias.

La impresión que da la lectura de los cuentos es que el ambiente que rodea a los personajes, a pesar de lo que me has dicho antes, es un personaje más en los relatos y, en alguno de ellos, el personaje principal.
Esa atmósfera es determinante en el sentido de influir sobre el comportamiento de los personajes, como en el relato que da título al libro, “Como una historia de terror”, que se desarrolla en una casa de paredes transparentes, situada junto a un bosque tenebroso, que parece que va a devorarla. Un decorado semejante está ahí por una razón. Su presencia trae consecuencias.

Da la sensación en estas narraciones que todos los personajes buscan un giro en su vida, que lo que ocurre es una especie de viaje iniciático, ¿es ese el hilo conductor de todas las narraciones?
Como una historia de terror no es una colección planteada como tal desde un principio. Nunca pretendí que los relatos estuvieran enlazados, que tuviesen un hilo conductor común, sino que fueron escogidos por mí y por la gente de Salto de Página entre otros muchos que tenía escritos, basándonos en los criterios de calidad y variedad: diferentes ambientaciones, diferentes puntos de vista, extensión, primera persona, tercera, finales más o menos abiertos, finales cerrados... Pero luego, cuando me puse a revisarlos me dije: ¡Sí hay un punto en común! Y éste es el de las huidas. Casi todos los personajes están escapando de algo. En sus vidas hay algo que no les satisface y deciden poner tierra por medio. Unos se van a Londres, otros a una isla del Mediterráneo, otras a California, otros a un bosque en mitad de ninguna parte... Pero lo que en realidad sucede es que esos personajes están huyendo de sí mismos, y eso es algo que no puede hacerse. Por eso en sus lugares de retiro sus insatisfacciones y terrores resurgen, y además potenciados. Efectivamente, hay un giro en sus vidas y no es un giro para bien.

Me llama la atención en estos cuentos tu búsqueda de la palabra exacta y la frase medida. Quiero decir que me da la impresión de que eres un artesano a la hora de escribir.
Doy muchísima importancia a las revisiones. En este sentido soy bastante obsesivo. A partir del borrador inicial hago numerosas versiones, puliendo, corrigiendo.

De estos siete cuentos, me gustaría que descubrieses a los lectores la intrahistoria de uno de ellos.
“Rata”, el relato más corto del libro, es para mí el más singular. Le tengo cariño porque lo escribí de una forma que no es la habitual en mí. Me vino a la cabeza de golpe: comienzo, desarrollo y desenlace. Lo escribí en una tarde, lo revisé al día siguiente y así se ha quedado. Fue como un vómito del subconsciente.

Eso es muy de Cortázar, ese escribir del tirón, esa revelación.
Fue un flash, algo que sólo me ha pasado una vez (al menos con buenos resultados).

Para acabar la entrevista, me gustaría que contases a los lectores qué es lo que estás leyendo ahora mismo, cuáles son los libros o autores que te influenciaron y cuál es tu próximo proyecto.
De entre lo último que he leído, me ha gustado mucho Adiós, hasta mañana de William Maxwell, una novela corta del que fue durante bastante tiempo editor de ficción de la revista The New Yorker. Es una novelita preciosa, redonda, de esas que te hacen pensar: “Joder, yo escribo esto y me retiro”. Muy bonita, sensible, muy bien hecha.
Lo de las influencias es difícil de concretar, así que prefiero citar a (algunos de) mis escritores favoritos: Melville, Faulkner, Cormac McCarthy y, dentro del género del relato, John Cheever, todo John Cheever, sus novelas, sus cuentos y sus diarios.
Respecto a mis proyectos, tengo terminada otra colección de relatos y ahora estoy trabajando en mi segunda novela, con mucha calma.

JON BILBAO
Nació en Ribadesella (Asturias) en 1972 y estudió Ingeniería de Minas en la Universidad de Oviedo. Antes de dedicarse a la escritura trabajó en diversos lugares, entre ellos una central nuclear y una refinería de petróleo. En 2005 participó en la recopilación Ficciones, publicada por la editorial Edaf en colaboración con la Asociación Colegial de Escritores, y el mismo año obtuvo el premio Asturias Joven de Narrativa con el libro 3 relatos. En 2007 resultó ganador del XXXVI Concurso de Cuentos Ignacio Aldecoa por el relato Calor. En el catálogo de Salto de Página ha publicado la novela El hermano de las moscas y la colección de relatos Como una historia de terror. En la actualidad reside en Bilbao, donde trabaja como guionista de televisión.
Como una historia de terror

© Texto e imágenes: Esteban Gutiérrez Gómez

miércoles, 3 de diciembre de 2008

De culos y manzanas, de Patricia Esteban Erlés

"Manderley en venta" de Patricia Esteban Erlés ha resultado ser uno de los libros de relatos revelación de este 2008. Llegó a ser finalista del pretigioso premio Setenil. ¿Por qué? Juzguen ustedes después de la lectura de este relato cedido amablemente por Tropo Editores para esta publicación.

DE CULOS Y MANZANAS

Cuando Culo de Manzana me dejó llevé a cabo un dramático ejercicio de exorcismo para arrancarla de mi vida. Borré todos sus correos, rompí las cartas que me había mandado en sus fases de romanticismo más exaltado y eliminé nuestro perfil de la página de contactos donde nos habíamos inscrito en busca de nuevas experiencias. Sin embargo, confieso que no reuní el valor suficiente para deshacerme de las fotos que acompañaban nuestros escuetos datos de presentación (pareja de 30 años, atractiva, liberal...) y acabé pasándolas a un archivo del ordenador que se llamó culodemanzanadoc. Intuía que se acercaban tiempos muy difíciles para mí.Para entonces, Culo de Manzana ya estaba con otro. Siempre pensé que la historia venía de antes, aunque cuando tuvimos ocasión de hablar de ello juró y perjuró que habían empezado a tontear por e-mail a últimos de octubre y que no se vieron en persona hasta cinco días después de la que para ella fue nuestra «bronca definitiva». Como si eso pudiera servirme de algún consuelo, no te jode. El caso es que me enteré muy pronto de los detalles de aquella devastadora relación, tanto más devastadora porque hasta bien entrado el mes de diciembre yo todavía albergaba la esperanza de una reconciliación gloriosa, como gloriosas habían sido todas las anteriores. Claro que antes no estaba él, tan alternativo, tan cool, tan ufano en su faceta de expendedor ambulante de entradas para los mejores estrenos teatrales y los conciertos de esos cantautores sexagenarios que a ella le chiflaban. El muy cretino tuvo que encontrar por casualidad el blog donde Culo de Manzana colgaba algunos de los relatos que nunca le premiaban en los modestos concursos locales a los que concurría, y dejar un ingenioso comentario cargado de oscuras intenciones en uno de sus posts más flojos.La primera noche se bebieron toda la cerveza de la calle Alfonso mientras hablaban como cotorras de la nueva poesía aragonesa y el cine mexicano de Buñuel, temas en los que él, modestamente, se autoproclamaba experto. Se enamoraron perdidamente y nadie en la ciudad dejó de saberlo: iban de la mano a festivales de cortos, al rastro, a cenar en restaurantes de comida minimalista. Una buena amiga me contó que a mediados de diciembre se había encontrado a Culo de Manzana en la sección de complementos del Corte Inglés, comprando un gorro de lana y unos guantes Thinsulate, porque, según le explicó, riendo alborozada, qué locos estamos, maja, este chico es la pera, se iban a Moscú a pasar el fin de año. Hace falta ser idiota.

Para seguir leyendo pinche aquí (yo lo haría)

martes, 2 de diciembre de 2008

Homenaje a Nelson Marra (Un cuento de Oscar Sipán)



Creo que merece la pena difundirlo.


Tierno y sobrecogedor a la vez.


Pincha sobre la foto y aparecerás en la página de Antón Castro.


Errar es lo que siempre trae el olvido.

lunes, 1 de diciembre de 2008

"Como una historia de terror", de Jon Bilbao

Está acabando de leer la última narración y una sonrisa se perfila en su rostro. Es una mueca de satisfacción, la mejor señal de que todas aquellas líneas escritas en el papel, acaban de rozarle el alma. Cierra el libro y mira la portada. No ve a esa mujer dormida con antifaz y marcas intrigantes en la cara. Ve imágenes, multitud de imágenes, desfilando en su mente. Un carrusel de imágenes que no logra parar.

Sujeta el libro, con su mano izquierda, mientras posa el pulgar derecho sobre el filo de hojas y las hace aletear abriéndolo de nuevo muy lentamente. No busca nada especial, un párrafo concreto, el comienzo o final de alguna de las narraciones. Ese acto de dejar pasar las hojas, con sosiego, de derecha a izquierda, le está ayudando a pensar. ¿Qué tienen esas narraciones que le han dejado perplejo? Lo primero, lo que queda patente desde el primer renglón, es el gusto exquisito del autor, Jon Bilbao, por el trabajo bien hecho. Cada palabra está tallada en el texto, cada frase medida en la narración, cada párrafo trabajado hasta dar con el resultado apetecido: suspense y tensión que atrapan al lector. Entonces recuerda las palabras de Luis Landero y su metodología de escritura. Algo así, se dice. Labor paciente de artesano.

Esa lentitud que se desprende por el gusto al trabajo bien hecho, esa prosa cuidada con mimo de escritor dedicado, marca un ritmo lento, sensible, atmosférico. Y esa prosa es la necesaria para ahondar en las descripciones, para hacer ver el lector, sin dejarle un resquicio a su imaginación, que el ambiente que describe casi de modo cinematográfico, el espacio que rodea a los personajes, es otro personaje en las narraciones. En algunas de ellas, el personaje principal.

Vuelca un poco más de licor de café en el vaso, antes de dejar seguir divagar a sus pensamientos. Las descripciones de algunos de los paisajes, en efecto, quedan marcadas en su mente de lector habituado a la complicidad. Paisajes idílicos, maravillosos, pero que nos ofrecen la otra cara, una cara hostil, antipática, inquietante.
Se pregunta el porqué. Jon Bilbao elige sitios encantadores y los transforma en nubes amenazantes que ahogan a los personajes de las narraciones. Se desprende en ellos desde melancolía a terror. ¿Por qué?
Bebe un sorbo helado de licor y vuelve a dejar aletear las hojas de papel como mirando un zoótropo. Las escucha mecerse, crujir, acostarse unas sobre otras.
Es el ambiente perfecto, piensa, para personajes desamparados, almas perdidas, que quieren dar un giro a sus vidas. Entonces recuerda –imágenes, más imágenes– las parejas de la mayoría de las narraciones, comenzando un camino iniciático a la búsqueda de ellas mismas.

Vuelve a sonreír. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una lectura, es cierto. El Objeto, el yate, la rata, el cuidador de palomas, los tangas, el Señor del Bosque. Imágenes, más imágenes giran y giran en su cabeza. El hombre de bigote rubio, el jefe que pretende ser encantador, las dos vertientes del hambre, la confusión en los equívocos y el valor de las apariencias, la fluctuación personal en el límite de lo tolerable, la lluvia de Londres. Imágenes, más imágenes.

Cierra el libro al fin y se levanta del sillón que le ha cobijado toda aquella tarde gozosa. Al hacerlo, deja que su vista se pasee por el alfeizar de la chimenea. Aquel enanito del bosque con el macetero portavelas nunca le ha gustado, la verdad. Lo coge y se queda observando la deformidad de su rostro hecho para estar distante. El tacto áspero de la arcilla y el polvo acumulado sobre su gorro rojo de enano, le causan una impresión desagradable.
Se dirige a la cocina pensando cómo calificar esas narraciones. Pero lo cierto, lo que realmente va pensando, es que le importa muy poco calificarlas, porque precisamente él, siempre ha huido de etiquetas y encajonamientos; porque precisamente él, es un magma alquitranado que rebosa todos los recipientes en los que han intentado cobijarlo. Y, justo en el momento que pisa el pedal del cubo de la basura y deja caer el enano del bosque que hace años habita sobre la repisa de la chimenea sin saber a cuento de qué, recuerda las palabras del Maestro, y se dice, como para cerrar el asunto a la vez que el enano ha desaparecido de su vista, que aquello no es más que Literatura. Exquisita Literatura.

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El próximo 2 de diciembre, a las 20 horas, la editorial Salto de Página y Tres rosas amarillas te invitan a la lectura comentada de cuentos del libro Como una historia de terror de JON BILBAO, para celebrar el prestigioso Premio OJO CRÍTICO DE NARRATIVA 2008 que acaba de recibir por su aclamado libro.



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