Lo pude comprobar el domingo, cuando buscaba desesperado la caseta 347 donde debería de firmar y aquellos bancos de peces me impedían el paso.
Es un lujo y una alegría poder haber estado en aquella caseta, rodeado de amigos que no se quisieron perder el acontecimiento. Y fue una verdadera gozada conocer a lectores anónimos a los que El laberinto de Noé les ha llegado al alma.
3 comentarios:
Que alegría que todo haya resultado tan bonito, Esteban. No podía ser de otra manera.
Enhorabuena.
Sí, querido. La marabunta humana es como un banco de peces ciegos. Tienen tanto cebo al que acudir, que sus sentidos se pierden entre los neones luminosos de la ciudad. Pero veo que llegaste sano y salvo. Me encanta que gente anónima pudiera decirte en persona que les atrapó tu libro. La libélula es el guía. Es la luz que les ilumina el camino dentro del Laberinto. Te queda mucho por recorrer. Sé que, a veces, de manos anónimas vienen los mejores regalos. Espero que te escuezan los dedos de tanto firmar libros. Sana, sana… que nunca se curen por seguir firmando. Un beso.
Luisa Fernández.
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